Este vino debería ser obligatorio. A todo aquel que dice que le gusta el vino debería tener un momento para tener una botella de estas en su mesa. Sobre todo porque es ese tipo de vinos que te cambian todos los gustos establecidos, todos esos aromas y sabores que tienes en la memoria se van al carajo cuando pruebas este vino. Y lo mejor es que, al final, te gusta que te den esa sorpresa, que te den ese palo.
La gente de Murcia tiene que estar acostmbrada a ser la sorpresa de las fiestas del vino. Tienen la monastrell que tantas satisfacciones ha dado durante años, satisfacciones silenciosas, encerradas en el armario porque no se podía contar que esa uva formaba parte de muchos vinos que se han estado bebiendo durante años. Gracias a la gran labor de personajes como los Castaño en Yecla ahora la monastrell luce orgullosa en un montón de etiquetas y lo hace sin complejos. Y la monastrell dice claramente lo que quiere decir: “Soy diferente.”
La Viña al lado de la casa probablemente fue el primer vino que hizo Quim Vila como proyecto único, en una época en la que estas cosas eran una novedad total. Se acercaba a una bodega, en este caso Castaño de Yecla, veía un viñedo diferente, proponía hacer un vino a su gusto y lo comercializaba. Así conocí hace muchos muchos años (¿más de 15?) este vino tan diferente. De la monastrell me gusta todo. Lo frutal que es en nariz, bayas del estilo de moras y grosellas y un toque mineral de esos altos que te encuentras mientras subes hacia Alicante desde Murcia. Luego está el paso por boca que es suave con un toque dulce al final, y en este caso concreto todo perfectamente equilibrado, sin grandes locuras gracias a la madera que le da seriedad y la complejidad necesaria al vino. Y todo por 12 eurillos de nada (Lukas San Sebastián).
En twitter: @guiabuenamesa
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