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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

80 bodegas en un día

Es una constumbre habitual de los grandes distribuidores mostrar su fortaleza con una feria en la que están presentes todas las marcas que representan, más marcas significa que mucha gente confía en tu trabajo y que haces un trabajo lo suficientemente bueno como para muchas marcas confían en ti. Dos de las distribuidoras de vinos más grandes del país lo hacen regularmente, Vila Viniteca (Lukas es su faro en Gipuzkoa) lo ahce cada dos años coincidiendo con Alimentaria en Barcelona y Alma Vinos Unicos (Nerea Agoñi es su faro en Gipuzkoa) lo hace en Burgos, que es donde nació el proyecto de Paco Berciano.

Así que nos fuimos a ese encuentro con 80 bodegas y siempre acabo preguntándome lo mismo, ¿realmente merece la pena estas muestras de fuerza? ¿para quién se hace y quién sale beneficiado? Si vas en plan serio y profesional se supone que entras a las 11 de la mañana a catar vinos y hasta las 8 de la tard eque cierra el evento tu estás mesa tras mesa hablando con productores (algunos a los que ni entiendes porque hablan muy raro y a otros no les quieres ni escuchar porque hablan cansados) e intentando que te guste algún vino que otro. Porque, como es habitual, ellos sólo entienden que sus vinos son perfectos y tu, a veces, te das cuenta de que o tienen errores o realmente no valen para nada.

Eso sí, de repente surge una joya, de repente uno de los bodegueros ha traido un vino único que tiene sólo para amigos y que si tu tienes la suerte de entrar en cierto círculo te dará a probar con lo que ìensas que esos son los momentos que merecen la pena.

Pero no siempre es así. Normalmente no tendrás tiempo para hablar con tranquilidad, normalmente alguien te interrumpirá poniéndole la copa al bodeguero para que se la llene, o alguien más amigo que tu le dará un abrazo en el momento en el que te está contando cómo su abuelo plantó esas viñas que tu tienes que imaginar.

Y a media tarde date por vencido porque empieza a entrar todo aquel al que le ha llegadola invitación para ir a una feria de vinos en la que te dan de beber gratis y allá van todos a beber y eso se convierte en un sálvese quien pueda. Imposible. A todo esto, no has comido porque si quieres vértelo todo en las 9 horas que tienes te sale a 15 minutos por bodega y sin comer, hay un jamonero pero te puedes imaginar lo solicitado que está, hay momentos que le quieren más a él que a los de las bodegas.

Prefiero las ferias pequeñas, manjeables y profesionales en las que se puede hablar y catar, se puede compartir y se puede agradecer de verdad a un bodeguero lo que está haciendo.

Dicho esto he aquí algunas de las cosas que me gustaron y que apunté porque creo que merecieron la pena:

Clarisa de Belondrade y Lurton. Ese rosado sencillo y que este año es un espectáculo de fresas salvajes. La bodega está volviendo a la senda que nunca debió dejar que es la seriedad y hacer las cosas bien.

Nuestro Telmo Rodríguez (es que la familia es de Irún y apetece tenerle tan cerca), creador de algunos de los mejores vinos de España hace un blanco seco con moscatel de Alejandría. Refrescante y floral como pocos. Se llama Mountain a secas.

Nos gustó mucho este Pascual Cotat de Sancerre, la sauvignon en su mejor expresión, nada de las tonterías a las que nos tienen acostumbradas ciertas denominaciones castellanas, este es todo mineral y muy directo y sólo al final salen las notas de la uva. Lógicamente mejores cuanto más mayores.

De Ribeira Sacra están empezando a salir las bodegas presentando unos vinos que no tienen nada que ver con sus vecinos de unos kilómetros más abajo. Estos vinos son lo más cercano que hay a la Borgoña (no en distancia, evidentemente). Vinos muy sutiles, elegantes, envolventes y sobre todo diferentes. Lástima que no se centren en presentar un par de vinos y ya está, hay bodegas que presentan 7 y 8 marcas diferentes. Una locura para el mercado. Este es uno de los que merecen la pena.

Cosa curiosa, curios, curiosa de verdad. Este vino de Tenerife (Orotava) hecho con listán negra es una auténtica maravilla porque no te esperas lo que te llevas a la boca y te encuentras con rosas y frutas y un toque volcánico que lo hace mineral raro. Hay que recordar que es un vino “africano” y, sin embargo, no tiene esa concentración que debería suponerse a un vino de calor. Está hecho para consumir facilmente. Detalle, la bodega llamada Suerte del Maruqés hace dos vinos y ya está. Que aprendan los de la Ribeira Sacra.

Y las dos joyas para el final: la primera es este Millesime 2000 de Clos Cazals, sugeriría una carrera a Goñi Ardoteka (c. Aldamar en San Sebastián) para lanzarse a por una botella y saber lo que es realmente un chanpagne para disfrutar, para sentarse a beber, para saborear. Ojo que es un Blanc de Blancs y tiene señorío y mucha profundidad.

Y aquí se acaban las palabras. No hubo en toda la tarde nada que emocionara tanto como este Amontillado que aún no ha llegado a su mayoría de edad. Algo único y extraordinario. Además, tiene un hermano mayor llamado Tresillo 1874 con el que se te cae la lágrima cuando tomas la copa. Los hermanos Hidalgo se merecen un monumento ya porque están haciendo cosas que se salen de los conceptos habituales que se tiene del vino de Jerez.

En twitter: @guiabuenamesa

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