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Iñigo Galatas

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El misterio de los Hidalgo – iRekonductibles 27

Tu eres un joven que ha estudiado una carrera, que ves que a tu alrededor el mundo de tus antepasados, el de tus tartarabuelos se está desmoronando, que tienes un inmovilizado que te puedes quitar de encima fácilmente ¿qué haces?

Me imagino que si estás hecho de una pasta especial vas y te lanzas a la piscina. Es lo que hicieron los hermanos Hidalgo, entre ellos Juan Manuel porque sabían que lo que tenían era más que una herencia, era una manera de vivir y ellos tenían que transmitir su pasión o morir en el intento. Afortunadamente aún siguen luchando.

El caso de Hidalgo es excepcional. Pequeña bodega familiar de hace 5 generaciones que sigue haciendo el vino prácticamente igual que cuando empezó. Cuando a su alrededor todas las grandes (enormes) bodegas apostaron por hacer un vino de Jerez facilón y de grandes ventas, millones de ventas, la familia seguía la vieja tradición. Y cuando las grandes (enormes) bodegas caen en picado y se lanzan a una guerra de precios para ver quien es el que se salva de la quema, ellos han decidido entrar en un mercado diferente, con muy pocas botellas y demostrando que el vino de Jerez puede ser realmente diferente al que hacen las grandes (enormes) bodegas.

Es una familia que entiende que lo que nace como un mosto acaba siendo un misterio, porque ese es el verdadero sentido de los Hidalgo, saber llevar a la botella algo más que un vino. Ellos saben que el milagro que se produce en cada bota de vino es único porque el velo es diferente en cada caso y eso es lo que quieren transmitir, a nosotros nos toca difundirlo y disfrutarlo. Y así sale La Panesa, el nombre del JEREZ  (así, con mayúsculas porque quieren que se distinga bien) más básico que tienen y que es un homenaje al primer viñedo que plantaron esa primera generación de Hidalgos. Y luego probamos El Tresillo que es algo que nadie hace porque es un punto intermedio en el que el Jerez se ha divertido lo suficiente en la bota y se empieza a transformar en Amontillado pero sin llegar a serlo, se hace mayor pero sin llegar a ser aburrido. Y probamos El Tresillo de 1874 y tuvimos entre manos el Privilegio 1860, un palo cortado del que se hacen 300 botellas y con el que piensas que si todo el palo cortado del mercado fuera así no habría otro vino para hacer tertulias. Con vinos de tanta edad entiendes lo que es la perfección, pero sobre todo acabas entendiendo la pasión de esta familia. También probamos un Jerez de los años 60 en una clara demostración de que si el vino se hace bien aguanta en botella todo lo que hace falta para que se pueda disfrutar en su momento, y Txomin Rekondo los ha aguantado todo lo que ha hecho falta para que los podamos disfrutar hoy en día.

Esta es la etiqueta de uno de los más grandes vinos ¿del mundo?

Por cierto, que estos vinos se abren y esperan, y se comportan de diferentes maneras a lo largo del día, y se les puede hablar después de varios días abiertos, y semanas, incluso meses si es que alguna vez llegas a aguantar tanto tiempo con la botella abierta.

Lo mejor del misterio de los Hidalgo es que se resuelve en cada copa que te tomas.

En twitter: @guiabuenamesa

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gastronomia, restaurantes, vinos, recetas

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