A mediados y finales de los 90 nos sentábamos a probar esos nuevos vinos riojanos y no riojanos, esos que entonces se habían puesto de moda, esos tan afrutados, se llamaban modernos y muchos se quejaban de una sobre extracción, algunos buscábamos algo más detrás de esos vinos y nos bebíamos los que nos parecían más frescos, más elegantes. Pero la discusión que siempre aparecía al final de esas botellas era la que hacían los más viejos del lugar: “Estos vinos no aguantarán ni 5 años” decían, “nunca acabarán siendo como los grandes clásicos de Rioja.”
Sinceramente, entonces bien poco importaba porque los vinos se bebían según salían y disfrutabas con ellos. Pero con el paso del tiempo los vinos entran de otra manera, a medida que vas probando te vas enamorando del tiempo, entiendes que cada botella tiene algo que decir y disfrutas cada vez que te acercas la copa a los labios, y sabes que detrás de muchos de los vinos hay grandes personajes que se han dedicado toda una vida a hacer que tu puedas disfrutar en todo momento de esas joyas.
Roda era uno de esos con los que más se metían los conocedores. Quizás porque fue de los primeros en dar un paso serio al frente. Un matrimonio catalán, conocedores del mundo comercial del vino, se empeñaron en sacar adelante un vino riojano que pudiera estar a la altura del mercado de entonces, apostaron por algo muy serio, mantuvieron una bodega tradicional en su aspecto más formal (sala de barricas, la bodega subterránea – el calao) pero dándole todo el carácter moderno al modo de hacer los vinos, a la investigación e incluso a la comercialización, inventaron lo que hoy conocemos como el Rioja moderno, sentaron las bases de ese estilo de gran vino al que se han subido otros muchos después. Y por eso mismo, porque tocaban un terreno que hasta entonces estaba reservado a unas pocas bodegas se metían mucho con ellos: “Esos vinos no aguantarán.”
Y como un “zas” en toda la boca Roda cumple 25 años para demostrar que cuando las cosas se hacen bien desde el principio, acaban por dar la razón a quien apuesta por la calidad. En una celebración única, en una jornada inolvidable, probamos 34 vinos entre los primeros del 92 hasta los mostos recientes (que hacen pensar que el 13 va a ser un gran año), además de algunos experimentos y pruebas de barrica y sólo puedo decir que algunos rozaban la perfección. Años difíciles como el 93 o el 97 aún están para guardar de lo frescos y jóvenes que estaban en una clara demostración de que las grandes bodegas pueden hacer sus mejores vinos cuando se tienen que esforzar. Y años extraordinarios como el 94 o el 95 se han convertido en riojas clásicos, “ese es el terruño” decía Agustín Santolaya, “ahí es cuando aparece la Rioja”, vinos que han envejecido hacia la perfección.
Así que la discusión queda resuelta con el paso del tiempo. Pero Roda no se ha quedado en los Rodas y Cirsion, han presentado el Sela que recomiendo a todo el mundo que quiere saber lo que es un vino para pasar el rato y que no cansa nunca, y en la Ribera están haciendo un vino que también será una referencia para la zona, se llama CORIMBO, así con mayúsculas para que a nadie se le olvide. Y hay más, Roda es una de las bodegas que más está haciendo por el futuro, por la investigación de las variedades, por buscar la tempranillo que mejor se adapte a los tiempos que vienen, no paran y eso les honra y por eso nos encantan sus vinos.
Mario Rotllant es el catalán que tuvo el sueño y sabiendo que las cosas sólo salen adelante si uno se rodea de un gran equipo, ha sabido tener a su alrededor a Agustín Santolaya que dirige la bodega (porque alguien lo tenía que hacer) junto a Isidro Palacios (viticultura), Carlos Díez (enología) y Esperanza Tomás (investigación), un equipo que cumple el sueño de hacer un vino de gran calidad. Que siempre he sido un defensor de los vinos de Roda desde el primer día que los conocí es una obviedad, y me encanta que el tiempo me haya dado la razón.
En twitter: @igalatas