Cuando una bodega lleva 133 años y sólo ha tenido 4 enólogos sabes que hay una buena base sobre la que se sustenta un proyecto. Sabes que se puede transmitir un carácter concreto en un vino. No estás supeditado a cambios de humor, cambios de personalidad, incluso a cambios en el mercado, tienes un camino claro que sigues. Y lo agradecemos.

Ayer nos reunimos en torno a los 133 años de CVNE y el último eslabón de esos 133 años, una gran joven y gran enóloga llamada María Larrea (en la foto con Martín Flea y Dani Corman) y pusimos sobre la mesa CUNES, Viña Reales e Imperiales desde los 60 hasta lo último y descubrimos muchas cosas, alguna que rozaba lo paranormal como esas botellas guardadas cuyo corcho había caido en el vino y que seguían perfectos, o que no hace falta que una añada sea extraordinaria, ni siquiera buena, para que el vino pueda durar 20 o 30 años, o que vinos de más de 30 años pueden estar aún jóvenes y frescos.

Pero la conclusión más importante es que estas grandes bodegas de La Rioja como lo es CVNE hacen vinos que se distinguen, que tienen su personalidad a pesar de tener viñedos en Rioja Alta y Rioja alavesa, la manera de hacer esos vinos les imprimer carácter y se nota en cada botella a pesar de la diferencia de añadas y, además, una conclusión: Los grandes vinos se hacen para envejecer y estos vinos envejecen con mucha elegancia y dignidad. ¿Lo más joven que recomiendo tomar? El Imperial del 99 que está para caerse de la silla. Lo más reciente sigue estando para guardar cinco o seis años más.

No sabemos la suerte que hemos tenido de que estos Riojas hayan hecho su negocio veniendo sus vinos entre nosotros porque eso ha permitido que sus precios se hayan quedado  ambién entre nosotros. Si lo hubiesen descubierto los ingleses antes, ya estaríamos pagando por estos vinos los cientos de euros que se pagan por los de Burdeos. Intentemos que siga así.

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