¿A que suena gracioso? De un tiempo a esta parte los nombres de los vinos son raros. Puede ser fruto de que no haya muchos condes o marqueses, puede ser porque las zonas geográficas ya estén todas registradas, el caso es que los nuevos bodegueros se las tienen que ingeniar para encontrar nombres con los que la gente se quede.

Lo mejor es que algunos de esos nombres son muy buenos, apetece tener el vino encima de la mesa sólo por ver las reacciones de los comensales. Pero muchas veces la gracia se queda en la etiqueta y te has gastado el dinero en algo que te podías haberte descargado de internet. Yo me encontré con La Bruja Avería hace ya un año de la mano de un buen amigo del vino y, sí, me hizo gracia el nombre, pero al probarlo me hizo más gracia lo que bebí y me quedé sorprendido.

Es un vino de la DO de Madrid y está claro que tiene que ser de gente de la generación de La Bola de Cristal, incluso el nombre de la bodega se las trae: Comando G y es un proyecto que llega de la mano de Fernando García de Bodegas Marañones, otros que nos sorprenden con sus vinos en Madrid, Marc Isart de Bodegas Bernabeleva también de Madrid y de Daniel Gómez de Jiménez Landi de Méntrida con vinos para quitarse el sombrero. Entre los tres tienen unos viñedos de garnacha vieja (de 30 a 80 años) a la que cuidan de manera biodinámica y les sale este gran vino que en principio es potente pero porque tiene mucha fruta pero que, al final, es fresco porque le sale una punta floral que te enternece. Frescura es la palabra que acompaña al vino. La garnacha del resto de España y bien cuidada nos está dando unas satisfacciones que habíamos olvidado entre los vinos jóvenes. Son diferentes y por eso mismo merecen la pena probarse. Además, no son caros, en torno a los 12 euros (Lukas – San Sebastián).

Por cierto que si van a comprar el vino y no aparece la etiqueta azul, no pasa nada, los hacen con varios colores, puede ser roja, amarilla, verde… forma parte de ser un vino divertido de gente divertida.

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