Si alguien ha visto un racimo de garnacha en su mejor momento se dará cuenta de que los antiguos no podían haber hecho nada mejor con ese despropósito (grano pequeño, compacto, imposible de comer) que un vino. Sólo con verlo lo que más te apetece hacer es cogerlo en la mano y estrujarlo, sacarle todo el zumo y bebértelo tal y como está, seguro que sale un mosto lleno de sabor a uva, refrescante y que te llena de placer.
M imagino que eso debió pensar el mismo Eric Solomon, el gurú de las ventas de vino español en los EEUU, cuando llegó a Calatayud y vio esas viñas de garnachas centenarias y pensó en hacer un vino dedicado exclusivamente para el mercado americano. Hace ya años puso en marcha este proyecto que se llamó entonces Las Rocas por el terreno donde se encontraban esas garnachas. Un vino muy al gusto de los americanos, bueno no, debería decir muy al gusto del americano porque fue un vino muy bien puntuado por Robert Parker y así se vendieron como se vendieron las primeras añadas.
Pasado eltiempo la bodega propietaria de esas tierras Bodega San Alejandro (en realidad una super cooperativa) ha seguido adelante con el proyecto y las ventas en las tierras americanas. Pero ahora el vino ha cambiado. Reconozco que yo también caí en la trampa de esos vinos muy potentes y casi casi sólidos que le excitaban tanto a Parker, aquellas primeras añadas de Las Rocas eran vinos con mucho carácter y potencia, tenían su elegancia pero había que buscársela después de haber decantado el vino dos horas antes. Hoy no, hoy es una fruta fresca, es un vino en plena juventud, es pura garnacha pero sin astringencias, es para beber de manera ligera sin rollos, como la canción del verano. La botella es más bonita y el precio ronda los 8 euros (Lukas San Sebastián). No se le puede pedir más a una garnacha centenaria.
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