Entre los años 98 y 99 los economistas se reían de quienes hicieron grandes inversiones en botellas de champagne (por aquello del milenio) porque era, evidentemente, un mercado a la baja. Parece ser que las señales eran “inequívocas”, los consumidores habían dado la espalda a la bebida de las celebraciones. Las conversaciones con los cavistas eran, igualmente, preocupantes, había bajado ostensiblemente el consumo y no sabían cómo recuperarlo.
La noticia ha aparecido estos días: Se han batido todos los records de venta de champagne con 338,7 millones de botellas vendidas en 2007 (en 2006 fueron 321,6 millones) y donde más ha crecido ha sido fuera de Francia que es lo que quieren los productores.
Está claro que la bebida del abad está más fuerte que nunca, que los economistas, una vez más, han fallado en sus pronósticos y eso es bueno. La noticia no es más que una excusa (como si hiciera falta alguna especial) para abrir una botella de champagne.