Tanta campaña y debate que a veces nos olvidamos de que los cocineros son gente a la que hay que votar cada vez que uno decide salir a comer o cenar. Tantos locales, tantos estilos de cocina que uno acaba por decidirse allá donde se asegura de que no va a fallar. Juan Mari Arzak lo suele decir con frecuencia: “lo que uno tiene que hacer es fallar lo menos posible.”

Hace unos días salía en la edición impresa una entrevista con Iñigo Lavado, ese gran cocinero que, hace un par de años, decidió apostar por su ciudad natal, Irún. Lo mejor que se puede decir de él es que es de los cocineros jóvenes más fiables, es ese restaurante de donde no vas a salir decepcionado porque todo está en su sitio y sus ideas son buenas.

Le faltaba por decir muchas cosas en la entrevista y, además, hay sentimientos (como su entusiasmo) que no se pueden explicar sobre el papel. Si tuviera que decir algo más de lo que ponía, diría que ha puesto todas su mejores ideas al servicio de la cocina. Tres ejemplos: 1.- Cuando abrió el Singular decía que quería hacer una cosa parecida a la que tiene Adriá en Madrid, el Fast Good. Cualquiera que se haya acercado al original se dará cuenta de que Lavado ha puesto mucho más, la idea es más concreta, más razonable, con mejor imagen y, sobre todo, con una cocina más consistente. 2.- Su comedor de cocina de autor tiene una fantástica idea en cuanto a precios y menús. De tal manera que, aunque pagues el precio más económico, acabas comiendo los mejores platos del menú más caro. 3.- Tiene una carta de vinos de los mejores que se pueden encontrar y sin hacer una gran inversión ¿Se puede hacer una mejor demostración de que con ideas se llega a todas partes?

Además, su cocina es fiable y consistente.