Cuando pago por encima de 50 euros por persona en una comida quiero que la experiencia sea memorable y que lo sea por cosas buenas.
1ª situación: Comida de negocios en un Hotel de 5 estrellas cuando aún tenía restaurante. 6 personas sentadas, en medio de una negociación muy seria interrupción del camarero, ¿para quién es la lubina?
2ª situación: Cena de compromiso, 8 personas en un tres estrellas Michelin. ¿Para quién son los txipirones?
3ª situación: restaurante con muy buenas perspectivas recién abierto (muy buena cocina), 4 personas de ocio, solamente una persona de la mesa pide un primer plato diferente y otro de la mesa pide un segundo plato diferente al resto, en ambos casos interrumpen la conversación para preguntar para quién es cada plato.
Y la interrupción no es mínima, un momento para la voz del camarero, otro para entenderle lo que ha dicho, otro para mirarse los de la mesa y pensar para quién es el plato que se canta. Son varios momentos.
Tomar la comanda forma parte del trabajo de un buen maitre y no es difícil basta con poner una señal que se entienda. En el caso de los cuatro, por ejemplo, se apunta la carne y al lado se pone “para el calvo” Se acabó, no se molesta más a los comensales. Es algo que se enseña en primero de hostelería y algo que se debe aprender si se quiere sacar adelante un buen restaurante.
Si voy a una tasca no me importa pasarme la noche diciendo dónde va cada plato pero sé que voy a pagar en consecuencia. Y entonces que no pretendan cobrarme como si fuera un restaurante serio. Lo dicho: no quiero que me molesten mientras como.