Lo que queda en la botella va a la copa, no quedará ni una gota porque este vino se merece esta botella y otras más que caigan detrás. Hay muchos recuerdos de vinos rosados en San Sebastián, de la época en que entrabas en un bar y en lugar de oir: “ponme un clarete” oías aquello de: “un CIGALES” así con todas las letras y con orgullo porque en Cigales se hacían los mejores claretes, y a la vista de este Torondos se siguen haciendo.
No me duelen prendas en decirlo, posiblemente sea el mejor rosado en forma de clarete que he probado este año y me quedaría con él para todo el verano si buscara un vino sabroso, divertido, sin complicaciones, un vino que fuera directo al paladar, que entrara a la primera y que no exigiera nada de nadie, la fruta, la hierba y la acidez necesarias para pasar el rato, porque está hecho con uvas tintas como la garnacha y la tempranillo (tinta del país que lo llaman ellos) y uvas blancas como la verdejo o la albillo. Es un vino perfecto porque resume el mejor de los dos mundos.
Y la etiqueta da la sensación de que es una modernidad reciente. Pero hubo un tiempo en que la etiqueta era una reliquia del pasado que no se entendía, al fin y al cabo este vino pertenece a una Cooperativa, concretamente la primera Cooperativa que embotelló un vino clarete de la DO Cigales, como quien dice inventaron la DO y el vino en el año 57, hace de eso cincuenta y seis años, y hoy siguen haciendo un gran vino joven, para pasar el verano y siguen haciéndolo de manera perfecta para demostrarle al mundo que un vino de Cigales sigue estando en la cima de los vinos rosados no sólo de España sino del mundo y tienen premios suficientes para demostrarlo. Sobre los tres euros, perfecto.
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