Cuando el bueno de Marc Isaart le dijo a su abuelo agricultor que labraba con caballos y que eso era lo más, su abuelo le miró con un poco de ternura pero con mucho de “has perdido el juicio”. Tantos años buscando la manera de comprar un tractor para mejorar las condiciones de vida de los paisanos para que ahora llegue una nueva generación de viticultores y se dediquen a maneras anticuadas.
Pero así es cuando te encuentras con terrenos imposibles que una vez dejaron los antepasados porque ya no era rentable cuidar esos viñedos siuno quería sacarse un jornal decente. A veces porque las parcelas están separadas entre sí por cientos de metros, a veces porque son caminos imposibles que harían que más de un tractor cayera por la pendiente y las más de las veces porque de la manera en que están plantados los viñedos hace literalmente imposible que circule un bicho que no sea un animal.
La pregunta más lógica sería el por qué querrían unos enólogos dedicarse a ese tipo de viñedos si dan mucho trabajo y poco glamour. Y sin embargo ahí están y nosotros, los amantes del buen vino no tenemos nada mejor que hacer que estar dando las gracias a esos jóvenes que lo único que quieren es hacer un buen vino, un vino con el que la gente puede disfrutar cuando come y pasar el rato.
Hablo de Marc Isaart que se ocupa de las cosas de la Bodega Bernabeleva y de Fernando García que se ocupa de Marañones.
Hablo de una zona en la que la Sierra de Guadarrama (Madrid) se encuentra con la Sierra de Gredos (Avila) y un pueblo con el nombre de San Martín de Valdeiglesias.
Unos viñedos de hace muchos años, heredados y o comprados por familias y personas que no están muy metidas en el mundo del vino pero que tienen interés. Que tienen la suerte de dar con uno de los personajes más singulares del mundo del vino que es Raúl Pérez y este, como tiene tantos proyectos entre manos, les recomienda a ese par de jóvenes que toman las riendas a partir de ahí. Hablo de viñedos en tresbolillo que es una manera de plantación muy antigua para aprovechar parcelas imposibles e irregulares, parcelas que se dedicaron a viñedos porque no podían dar para nada más.
Hablo de una tierra de granito que se ha hecho durante cientos de años en los que el viento ha ido erosionando la roca de la montaña y hablo de unos vinos únicos. Hablo de unas bodegas muy básicas donde lo importante es enseñar el viñedo porque la bodega es, en algún caso, un garage tal y como te imaginas el garage de tu casa, lo dicho, poca tontería, poco glamour, poco arquitecto de renombre o no que sobran, pero grandes vinos.
En tintos todo se basa en la garnacha plantada hace ya muchos muchos años que se recoge con menos maduración y que da unos vinos frescos como los de borgoña, apetecibles, sutiles, elegantes, enamoradizos, únicos en todos los sentidos. Y en blancos se basan en la albillo, una uva muy valorada pero cara como uva de mesa y que ha resultado ser una de las variedades más diferentes de todo el panorama de los blancos en España.
Dos personajes que, junto a Dani de Jimenez Landi, fundaron el Comando G (aunque Marc ahora se ha desvinculado del proyecto) buscando viñedos literalmente imposibles por la zona de la Sierra de Gredos con los que hacen esos vinos de nombres tan divertidos como La Bruja Avería o el Hombre Bala.
Yo creo ahora en este tipo de personajes que te hablan de las tierras y los viñedos como si hubieran nacido de sus mismas entrañas, que tienen el vino metido en el corazón, que saben transmitir su alma a los vinos que hacen, que te hablan de cada botella como si fueran sus hijos.
He hablado de sus vinos alguna vez y lo seguiré haciendo porque es la siguiente revolución en el mundo del vino si es que no lo son ya.
E twitter: @guiabuenamesa