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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

¿Merece la pena? iRekonductibles 5


Y yo qué sé. Yo sólo sé que hay cinco, a lo sumo seis grandes nombres en el mundo mundial del vino. Y que, como dice nuestro querido francés Jean Mi, se han dedicado 150 años en hacer grandes vinos caros, pero otros tantos en hacer que se sepa. Que si regalas uno de esos vinos el que lo recibe tiene que saber lo que vale, si lo pides en un restaurante se tienen que enterar hasta en el parking que alguien ha pedido ese vino.

Mouton Rotschild es uno de ellos (a última hora y en despachos), además tiene el honor de haber sido el primero en etiquetar sus propios vinos (1924) y de haber hecho unas etiquetas únicas desde el 45, etiquetas que hacían grandes artistas por invitación y a cambio de unas cajas de vino de esa misma añada. Nos acordamos de la añada gracias a Dalí (58), Miró (69), Kandinsky (71), Picasso (73) o Warhol (75) y, por supuesto, Rufino Tamayo en el 98 (aunque murió antes, sus herederos se empeñaron en que apareciera el cuadro). Ese será, para quienes estuvimos en la catedral el lunes, un artista y un año inolvidables.

Pero ese no puede ser el único motivo por el que alguien reconoce un vino de esta categoría, de nuevo una palabra recorrió la sala: Terroir (como dijo Isaac Muga, si dices “terruño” el vino cuesta 10 euros, si dices “terroir” ya cuesta 30). Es esa palabra mágica que diferencia realmente estos grandes. El aroma, la fuerza en boca, la sutileza, la elegancia, la persistencia a base de pinceladas que vienen y van, todo eso hay, pero el terruño es lo que te queda de fondo.

Pero llega la gran pregunta al lado de un Torre Muga del 98, un extraordinario Torre Muga del 98, ahí estaban dos jóvenes de 12 años intentando conquistarnos y no sabría yo si… Recordemos que Torre Muga nace como un vino de nueva generación, con el 2005 pudimos comprobar todavía toda esa fruta limpia y poderosa, pero el 98 se había reconvertido en un vino serio de Rioja, un vino con cuerpo sí, pero elegante, con aroma a fruta pero enseguida anises y ese cuero tan señorial. Es un vino perfecto que entenderíamos todos en la primera sentada.

Me imagino en una mesa con gente de todo tipo, desde aficionados al mundo del vino hasta aquellos que dicen que “de vino yo no sé nada, sé lo que me gusta.” Pido una botella de Mouton Rotschild del 98 y tengo que hablar tanto que para la segunda copa ya me he cansado. Pido un Torre Muga del 98 y sé que todos van a disfrutar desde el minuto uno. 350 frente a 60, euros claro. Y yo qué sé. Pero a lo mejor sí sé.

Blog escrito escuchando: Rossini – La Cenerentola

gastronomia, restaurantes, vinos, recetas

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