Fue hace aproximadamente 15 años cuando pude probar el Cérvoles recién sacado al mercado (como siempre: gracias Quim) y ya me dejó muy sorprendido. Un vino que entraba de lleno en la moda de aquel entonces “blancos fermentados en barrica”.
Este vino tiene la gran ventaja de que trabaja con chardonnay y macabeo. Las viñas son antiguas (60/70 años en el caso de la chardonnay) es una tierra que permite que la viña sufra y que nazcan unas uvas potentes, la gente de la bodega sabe cuándo recoger la fruta para que salgan matices que no se encuentran en otros vinos de la zona.
Aquí hay muchos aromas de campo, llegan incluso toques anisados, te hipnotiza de entrada y luego notas de una manera clara el trabajo de los 8 meses de barrica que redondea todos los sabores cítricos dándoles una madurez que aún salen a buscar otros vinos con más renombre. Y, sobre todo, que no hay madera innecesaria y los finales tostados ni se comen a la fruta ni te dejan la boca llena de caramelo.
Cérvoles se podrá encontrar en la oferta gastronómica de Lleida en la terraza del Kursaal durante el Heineken Jazzaldia.
Blog escrito escuchando: Mayer Hawthorne – 23 de julio en San Sebastián