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Iñigo Galatas

Sopa de ganso

¿Realmente sabes cómo se inventó la tapa?


Me encantan las historias y leyendas en torno al vino. Ya se sabe que una leyenda hace que una cosa como el vino tome carta de naturaleza, que empiece a tener importancia, ¿qué haces si no estás rodeado de leyenda? No eres nadie y te mueres en el anonimato.

 

Decía que me encantan las historias en torno al vino. Como por ejemplo su invención, dicen que Dionisos, ese dios griego que se supone que puso esto en marcha, exprimió unas uvas en una copa y que lo dejó unos días, al cabo de esos días coló aquel mejunje y descubrió una bebida que le alegraba el espíritu y ya está.



Sinceramente me parece demasiado simple, porque a dónde vas a parar comparándola con  esa otra historia que dice que en la más antigua de las antiguedades, siglos antes de que naciera Cristo, había un gran hombre que guardaba kilos y kilos de uvas en unos enormes recipientes (no dice que fueran de acero inoxidable, pero no parece), los guardaba porque le gustaban, una fruta dulce y apetitosa, casi como un aperitivo al que se acercaba mañana y tarde, sin más. Pues bien, parece que este señor dejó una amada despechada y ella, con muchas ganas de suicidarse decidió beber del líquido que quedaba en el fondo de los recipientes, donde quedaba la uva aplastada y que, a veces, escapaba por debajo y que todo el mundo creía que era venenoso. Cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta que no sólo no moría, sino que aquello le levantaba el ánimo y le ponía en buena forma (no dicen nada de los aromas a fruta madura ni al sotobosque) y decidió dárselo al ex de su vida. Por supuesto que el ex se volvió a enamorar y decidieron crear una bodega que es algo muy típico entre parejas que se quieren y a quienes les gusta el vino.


A lo que íbamos, resulta que la tapa, también tiene leyendas y, por supuesto, junto al vino, que lo uno no viene sin lo otro, porque la cerveza bien fría llegó después con el grifo. Una muy popular es que debía servir para que las moscas no entraran en el vaso. Sinceramente, dice poco del tabernero en cuestión que tiene moscas y que estas no tengan otro sitio más sucio a donde ir que al vaso. Hay otra leyenda anterior: resulta que Alfonso X, el que hizo la reconquista allá por el siglo XII y que, además, defendió como un jabato los viñedos de Jerez (por intereses propios dicho sea de paso) andaba cabalgando camino a San Fernando por una zona con mucho viento. Pidió un vaso de vino de Jerez y con tanto viento como se había levantado, el tabernero no quería que el vino se llenara de arena, no fuera que el Rey no se lo pagara porque “tenía posos”, así que cogió lo primero que tenía a mano, un buen trozo de jamón con el que tapó el vino. Alfonso, que para eso le llamaban el Sabio, se comió aquel jamón, le gustó tanto que pidió otra “tapa” para el vino. Y así dicen que se inventó aquello en una época en que se luchaba contra los moros para que no nos dejaran sin viñedos en Jerez o, aun peor, sin jamón.

Blog escrito escuchando: Paul Simon – Paul Simon

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