Poco más de 300 kilómetros y todo por un reto. Pedro Aibar se ha embarcado en un nuevo proyecto, bueno, puede que no sea tan nuevo en sí, pero para él es nuevo porque ha dejado Viñas del Vero para irse a Coto en Oyón, la Rioja Alavesa.

Cuando puedes hacer lo que te dé la gana en el mundo del vino porque has sido el enólogo y el ideólogo de Viñas del Vero, y has hecho mucho más por el Somontano de lo que se puede llegar a pensar (que por algo es de esa tierra), cuando puedes haber hecho un vino en solitario en una bodega pequeña, de esas de autor en las que harías unas miles de botellas de mucho prestigio y de las que hablaríamos todos y seguramente hablaríamos bien porque sólo sabes hacer las cosas de una manera, bien. Digo que cuando puedes hacer eso y decides dar un giro a tu vida y aceptar la oferta de Coto, el mundo suena raro.

 Pero no es así. Porque cuando una bodega hace 24 millones de botellas estás ante un fenómeno y cuando te piden que ese fenómeno lo expandas aún más, sabes que tienes que dar un paso importante en firme. 24 millones de botellas hacen reflexionar mucho, es una media de 65.000 botellas al día y la persona que abre una botella en Sevilla tiene que tener las mismas sensaciones que uno que abre una botella en Nueva York porque una marca así se convierte en algo muy personal. ¿Y las quejas? No puedes jugártela, no puedes hacer grandes cambios porque como se te vaya un porcentaje de fieles a la marca se te descalabra el invento.

Hace ya muchos años una gran enóloga me decía que hacer unos miles de botellas era sencillo no tienes mucho de qué preocuparte, tienes un par o tres de barricas, las saludas todas las mañanas y si alguna tiene un mal día la animas un poco y ya está. Puedes hacer todas las pruebas que quieras y si una docena de botellas salen distintas a otra docena, no pasa nada, porque para eso estás haciendo un vino de autor. Hacer millones y que sean todas iguales, desde la primera a la última, no tener quejas y conservar cientos de puestos de trabajo, ahí reside la dificultad.

En eso consiste el nuevo reto de Pedro Aibar, en abrir nuevos caminos para ese vino. Que tenga suerte, que se lo deseamos y mucho.

Y ahora me queda por saber por qué nos creemos tan listos los que comentamos cosas del vino y nos gusta hablar de lo desconocido, ¿por qué no hablamos de lo que realmente bebe la gente?

Blog escrito escuchando: Les Arbuckle – No More No Less