Con este vino no apetece hablar de sus características sino de sensaciones, del estado de ánimo en que te coloca este pinot gris. Es una uva poco conocida pero de él se hacen unos vinos mágicos, vinos muy especiales, casi únicos, por eso es tan difícil de encontrar y de conseguir.
Pero resulta que este alsaciano se encuentra en Eguiazabal, esa tienda, bar, restaurante que a Pierre se le ha ocurrido montar desde su imaginación de bon vivant (con las reglas de juego donostiarras sería imposible montarlo en la calle Urbieta) aquí al lado en Hendaia y, lo mejor del caso es que puede acompañar una cena completa en el comedor que domina a la perfección Vivien Durand o se puede disfrutar en barra sin más.
Sensaciones y calidades, eso es lo que se busca en esa casa, saber estar, que pase el tiempo como si no existiera, con la mirada fija en quien tienes enfrente, lo que pase alrededor te importa poco y ese vino, ese vino que te deja clavado al asiento y que forma parte del decorado, todas esas flores, todo ese mineral, toda esa seriedad y todo ese circo, un vino capaz de llevarte de un lado a otro, ese vino hace una malla a tu alrededor para que nada ni nadie te moleste. Ese es el momento de un gran vino.
¿Se puede ser más cursi?
Y de postre un Jacquesson, pero eso será otro día.
Blog escrito escuchando: Albert Pla: Vida y milagros