Aunque no lo parezca, esto es una BOTELLA DE VINO
El principio de los tiempos fueron las cazuelas que iban directamente a la mesa. El común de los mortales metía el pan y comía, de hecho algunas culturas lo siguen haciendo así. Luego se inventaron las cucharas y cada uno metía la suya. Pero como los más rápidos comían más que los lentos alguien decidió repartir la comida a cada comensal y, para no tener que colocarla sobre la mesa, se inventaron los platos. Redondos porque las cazuelas también lo son, con los bordes un poco más altos para que la comida no se desparreme por la mesa. Cosas básicas.
Durante siglos se limitaron a hacerlos buenos y buenísimos, con grandes diseños, preciosos platos con ilustraciones de quitarse el sombrero, caros carísimos y cada vez con menos clientes. Los tiempos trajeron nuevas formas de trabajar la cerámica o lo que sea hoy en día, alguien decidió que si se innovaba en la cocina porqué no en los platos, entraron los diseñadores y hasta los cocineros de asesores y ahora todos a temblar.
Yo también cometí el error de comprar una vajillas cuadrada, yo también fui joven. Pero al intentar meterlo por primera vez en el lavavajillas juré que sería la última vez que me compraba algo parecido (los platos cuadrados, no el lavavajillas). Incluso llegué a comprarme unos cubiertos de diseño que jamás en la vida he utilizado porque no sirven para nada. Dejo aquí unos cuantos ejemplos de lo que estoy diciendo; platos que no sirven para lo que están diseñados, platos que para comer los tienes que agarrar con una mano mientras que con la otra le metes el tenedor, platos que no tienen cómo poner los cubiertos cuando terminas de comer (¿y cómo le aviso al camarero que ya he acabado si no puedo colocar los cubiertos juntos sobre el plato?) porque no se sujetan, platos de los que se caen los alimentos, platos rectos, platos oblicuos, platos descentrados, y el colmo de los colmos, lo último en diseño: esa taza estrecha que no sé para qué sirve realmente y encima el diseñador dice que sigue adelante con toda la vajilla de esa forma. Lo dicho, yo lo quiero es comer en paz, tranquilo y que no se mueva lo que está en el plato más que lo necesario, es decir del plato a la boca. ¡A por ellos!
Las tazas que me han llevado a la desesperación.
Y esto es una bandeja para servir. Adivina dónde acabarán las croquetas.
Un hueco para poner la salsa y el alimento aparte como si fuera una isla, con lo rico que es cuando se mezcla todo.
Una modernidad que se ha puesto muy de moda. No hay manera de dejar los cubiertos al finalizar la comida.
Imposible cortar un trozo de nada en este plato.
Blog escrito escuchando: The Man From La Mancha – BSO