Esta botella que se abrió fue una magnum (como una Smith & Wesson 460) y, ya se sabe, según cuenta la leyenda, las botellas magnum guardan el vino en mejores condiciones, se supone que envejecen mejor. No he hecho suficientes comparativas como para confirmar una cosa así, y supongo que no me queda demasiado tiempo ni ganas de hacer una comparativa de esas, así que lo voy a dejar en el hecho de que aún no he probado ni una sola botella magnum en malas condiciones ni de un vino que no mereciera la pena en una botella de litro y medio.
En cualquier caso el vino que te encuentras aquí es un vino serio, como una cocina seria y tradicional, un vino hecho con el corazón de quien ama las cosas bien hechas. Al mismo tiempo tiene la elegancia y el cuidado de quien tiene una sensibilidad especial. Por eso se llama Remelluri, por eso la familia Rodríguez cuida de esa ermita tan especial que es la de nuestra señora de Remelluri, por eso la han llenado de santos de ese pedazo de arrtista que fue Ameztoy y por eso son capaces de hacer este vino que es de trazos elegantes como si fuera un Botticelli en el que el cuero es la elegancia de la bocay, al mismo tiempo, tiene esa parte más atrevida de don Vicente con un final de torrefactos que hace que el vino te llene, te sobrecoja, Botticelli y Ameztoy, Venus y Santa Sabina, dos mundos unidos por el amor.
Como he dicho aún quedan botellas por ahí y al precio de 30 euros (magnum en Lukas) yo no los dejaría escapar.
Blog escrito escuchando: Shemekia Copeland – The Soul Truth