Estamos hablando de un proyecto nacido en el año 98, descaradamente joven, pero estamos hablando de un proyecto que nace de la mano de un hombre que tiene tanta experiencia que sería incapaz de dar un paso sin asegurarse de que el suelo que pisa es firme.
Se dice que el vino es la representación de una persona. En los vinos centenarios yo qué sé si eso es verdad. Por eso me encanta poder hablar de un vino que he visto nacer a través de la red. Y en este caso, como he tenido la oportunidad de conocer (incluso discutir) con Víctor de la Serna, realmente puedo decir si el vino representa a la persona.
Este caso es el mejor caso y el más claro de esa representación. Es un vino enérgico, firme en sus convicciones, con una primera entrada directa y al grano, puede parecer un vino brusco pero en realidad es sincero. Después es cuando se produce el momento mágico, yo lo decanté con tiempo y así parece que lo vas conociendo, y el vino se convierte en amable, incluso divertido y muy entretenido, fruto de las distintas parcelas de syrah, de las que está hecho este vino en la Manchuela de sus antepasados, fruto de los distintos intereses del mundo de Víctor de la Serna (van desde la actualidad más al pie de la calle hasta el baloncesto pasando, obviamente, por la gastronomía y el vino) y en los que se ha convertido en un verdadero contertulio excepcional. El vino se convierte en largo y muy interesante. Eso sí, sobre los 24 euros (SuperAmara – San Sebastián), pero que merecen la pena.