La experiencia en el Europa de Pamplona fue tan notable que me atrevo a todo. De acuerdo, el año pasado no tuvimos suerte, creo que pedimos mal suponiendo que la cocina sufría el acoso de la fiesta, pero este año, sabiendo la cantidad de gente que trabaja para que aquello funcione a las mil maravillas, `pedimos a la carte lo que nos apeteció y acertamos de lleno.
Porque en el Europa vuelve gente a la cocina que trabajó hace muchos años y que el destino les deparó otros fogones, vuelven para ayudar, vuelven para divertirse, vuelven por mantener una tradición, vuelven para tener un comedor satisfecho y eso hace que los platos salgan en perfectas condiciones.
Voy a hablar de unos pimientos brillantes con papada de cerdo ibérico, pimiento finos y perfectamente hechos como hace tiempo que no pruebo, finos que parecían la papada y la papada hecha con tal precisión que se te deshacía en la boca sin ese sabor a fritura pasada.
Quiero hablar de una manitas de cordero que estuve devorando, trabajando a fondo con las manos porque había mucho que sacar en claro de aquellas manitas. Y quiero hablar de un cordero al horno que no se entiende que se sirva con esa textura en la piel tostada en su punto sin que se pasara ni un segundo, y esa carne jugosa como si hecha a baja temperatura durante horas. Se ve que hay una cocina bajo una cuidada mano, la de Pilar Idoate. Y recuerdo que había cientos de comensales, literalmente cientos, pero todo está en su punto y el servicio, (capitaneado por un Juan Mari Idoate que se cree cada vez más donostiarra), no te tiene que decir en ningún momento “es que estamos a tope.”
Lo del vino es otra experiencia, porque la carta está perfectamente surtida y con mucho orgullo de su tierra. Un sommelier italiano ha sabido leer la garnacha y darle el respeto que se merece (él prefier distinguir la garnacha antes que el Navarra blend). Ahí va lo que pedimos.
Un vino difícil de vender por desconocido y porque lo hace una pareja joven que justo justo sale de la bodega, pero lo hacen perfectamente hasta el punto que este me parece uno de los mejores vinos que he probado este año. Una garnacha centenaria hecha con un esmero y cuidado que le sale no sólo la fruta, porque la fruta es lo que menos te interesa en este vino, le sale todo el mineral de la tierra, te asalta el equilibrio, la templanza, el cuidado, el esmero, la elegancia y el señorío, pero al mismo tiempo reconoces que hay alegría en el vino y el recuerdo te perdura en el tiempo. Qué casualidad, son las mismas palabras con las que se calificaría la comida.
Hotel Restaurante Europa calle Espoz y Mina, 11, Pamplona
Blog escrito escuchando: The Gift – AM-FM