Cada uno puede y debe montar los negocios a su manera porque para eso son suyos y si paga a sus proveedores, a sus trabajadores, sus impuestos y le queda algo para las vacaciones pues mejor para él. Pero debemos partir de la base de que esto de la hostelería se inventó con una clave: hospitalidad, es decir buena acogida y recibimiento que se le hace al necesitado. Todo lo demás son pamplinas.
Todo esto va por el maldito invento del plato en los bares. He salido del bar porque no tenía otra opción: “o plato o no hay servicio” y la calle es el camino más cercano. No me parece mal, es su negocio, no volveré a entrar, pero no quiero pasar un mal rato, que lo avisen claramente. Como el hecho de tener que aceptar una mesa por narices, no, si uno no está a gusto en un local es mejor no sentarse, no merece la pena. Eran las tres de la tarde, no había muchas posibilidades de que nos dieran una mesa en ningún otro sitio de la ciudad pero nos fuimos antes de sentarnos en una mesa que no nos apetecía. Por cierto, salimos ganando encontramos un sitio en el que nos aceptaron más allá de las cuatro menos cuarto y disfrutamos.
Recuerda que TU eres el cliente y deberían saberlo desde el primer momento. Este verano he visto camareros poco menos que insultar a unos clientes y, lo peor es que se han quedado en el bar aceptando los insultos. Recuerda que tu les pagas el sueldo, lo único que hace el propietario del negocio es distribuir el dinero que tu le das.
Pero mi dios también ha tenido misericordia con los hosteleros. He dejado de hablar con un tipo que hacía reservas en un par de sitios “por si acaso”, pero lo peor es que no los anulaba y eso, querido, no se hace nunca. Es mejor anular una mesa una hora antes que no anularla nunca. He visto a un comensal discutir para que le quitaran un ingrediente de un plato “porque no le gustaba”. Pásate semanas perfeccionando un plato, pensando en todos los ingerdientes, buscando el equilibrio de sabores para que venga un imbécil a pedir que lo quite del plato. Pide otra cosa.
He visto sacar dos postres porque sí en una mesa obsesionada con pedir uno solo “porque ya no podían más” sabiendo que en ese restaurante una de las claves era el maestro pastelero. ¿Por qué hay tan poco respeto por los postres cuando forman parte de la comida?
Y del asunto de las fotos y los telefoninos en el restaurante hablaré otro día. Lo malo de todo esto es que no son “lágrmias bajo la lluvia” y todo esto está aquí para quedarse a menos que nos pongamos serios.
Blog escrito escuchando: Vangelis – BSO Blade Runner