Como la gente seguía muriendo e ingresando por otras causas como la obesidad, también subieron los impuestos de las comidas con grasas, como antes lo había hecho algún pais del norte de Europa y por aquello de ser tan europeos incluso tuvieron que meter el aceite de oliva, se quedaron sin olivos, se quedaron sin la tradición pero moría menos gente. Las ostras también se metieron, “si comes ostras y te pones malo/a allá tu, pagarás más impuestos”, de paso gravaron también las almejas y, por si acaso, todo el marisco.
Y como los accidentes de coche eran lo siguiente, en consonancia con la teoría de que paguen los que enferman, subieron los impuestos de la gasolina, de los coches y de las carreteras. Ya nadie los usaba y quedó menos dinero para los hospitales. Y como la gente se hacía mayor y vivía más años, también se gravó la vejez, “que se paguen los viejos sus cuidados.” Cada cumpleaños te subían los impuestos.
Con tanto impuesto se quedó un pais sano sanísimo, pero tan aburridos todos, tan tristes, que acabaron por apagarse.
Si ya se le ve con ojos tristes y caidos. Y tan listo que no se le ocurre nada mejor.