Me han gustado los que tienen los objetivos claros y que por eso triunfan o por lo menos están en buen camino.
No me han gustado los que andan deambulando, dando saltos de un lado a otro en busca de una solución que no llega.
Me han gusta los lugares de toda la vida que siguen el camino recto del producto
No me han gustado los que se han acomodado en la frase: “bah, total no se enteran” porque los clientes sí se enteran.
Me han gustado los bodegueros que, a pesar de la crisis, siguen trabajando duramente pensando que el vino es su vida y que no hay otra manera de hacer las cosas.
No me han gustado los que entraron como si fuera un negocio boyante y ahora no saben qué hacer con sus bodegas y los tienen que malvender a los chinos.
Me han gustado los jóvenes vinateros que se están dedicando a recuperar la tierra y todo lo que está a su alrededor.
No me han gustado los que ya están de vuelta de todo y se creen que lo saben todo.
Me han gustado los vinos diferentes, los que te dicen algo distinto, los que marcan la diferencia, los que tienen alma.
No me han gustado los vinos aburridos, los de siempre, los que no tienen ya nada que decir, los jarabes y, ya de paso, las maderas.
Me ha gustado más que nunca el cava y el champagne.
Me ha gustado Pedro Subijana y su enorme (por muchos y por creativos) equipo que está cada día más joven.
Me han gustado los entusiastas, los que lo ven todo como si fuera la primera vez, aquellos a los que les gusta todo lo que les ponen porque son como niños.
No me han gustado los críticos, los que ya no se lo creen, los que están mayores, yo mismo.