Años después de oír la afirmación: “El mejor blanco es un tinto” se puede decir que los vinos blancos españoles han pasado todas las pruebas para hacerse un hueco entre los vinos de calidad.
Reivindico estos vinos porque, en un mundo en el que los tintos se parecen cada vez más entre sí, los blancos nos están dando las catas más divertidas. Llenos de aromas diferentes, en el que cada variedad de uva se presenta de una manera muy personal, y los matices en boca recuerdan desde frutas hasta jardines tropicales. Son divertidos donde, a veces, los tintos empiezan a aburrir.
Claro que sus precios (los precios de los buenos) siguen en órbita por eso de la última cata me gustaría destacar especialmente uno:
Blanc de Montreaga, una bodega de Cuenca. Es un vino blanco de Sauvignon Blanc lo que facilita que se pueda beber fácilmente, sólo en la copa ya muestra un color intenso que más parece un vino generoso, en nariz son todo frutas y flores y en boca es intenso y divertido. Todo por 9 euros.
Definitivamente un vino para sorprender en cualquier aperitivo y mucho más si es en pareja, porque después del primer comentario se deja de hablar del vino y uno ya imagina las próximas vacaciones en una isla.