Vaaale. Puede que me metiera con los gin tonics, incluso con los bebedores de gintonic. Pero es que nunca me ha gustado el gin tonic como copazo. Nunca me ha gustado el “mejor gin tonic” del mundo, de la ciudad ni del barrio. Y lo que menos me trago es lo de lo de las ginebras “premium” actuales. Que en el pub de referencia musical de San Sebastián (Hollywood) se hayan cambiado los discos por 100 marcas de ginebra es algo que me maravilla como si fuera Disneylandia pero que no sé si iría ahí de vacaciones.
A ver, que no digo que el gin tonic sea malo. La quinina estará bien para las enfermedades tropicales, incluso puede que haga falta para sobrevivir a los calores, pero si uno tiene que tomarse la quinina con burbujas que lo haga más como un refresco que como un copazo. El copazo con burbujas no tiene ningún sentido, a menos que sea champagne y que se haya tomado durante toda la noche. Y si encima al alcohol, la quinina y las burbujas te encajan una ensalada o un jardín tropical ya ni te cuento, no sé cómo salen vivos los jurados de esas cosas.
Pero no tengo nada contra la ginebra. La ginebra antes de comer/cenar como Dry Martini y, si alguien quiere vivir una vida plebeya, que se la tome a secas, es el mejor aperitivo. Y como copa con uno o dos pedazos de hielo es el mejor digestivo. Hasta ahí de acuerdo.
A partir de ese momento nos encontramos con la elección. Y no tengo dudas, hay una relación histórica, calidad, precio que no se la salta nadie: Brokers. Esa ginebra que lleva 200 años de historia, que tiene un paso por boca suave y anisado, que está perfectamente compensada para tomar como copa y que, además, me la encuentro por 19 euros (botella) donde la siguiente más barata se coloca en 24 (y alguna sin ninguna historia personal hasta los 30) es que no exige más argumentos.
No tengo ninguna duda. Lo demás es llenarse de gas.
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