Días de procesiones aunque las mías hayan sido diferentes, lo que sí puedo asegurar es que ninguna se ha suspendido por lluvia y eso que ha caido bastante. De las decepciones no hablo, si acaso alguna reflexión más adelante. Pero hubo un reencuentro que mereció la pena.
Hace poco me preguntaron dónde se podía comer un buen pescado en la Parte Vieja y, a la vista de algunos comentarios flojos de lo que se suponía que era un templo en la materia, volvía a recomendar el Beti Jai, eso sí sin haberlo comprobado antes. Así que decidimos darle un buen tiento. Y vaya sorpresa. Bueno, si hay que ser sinceros de sorpresa nada, porque es tan sencillo como decir que quien tuvo o retuvo o, sencillamente, no ha cambiado nada en una de las casas que sigue siendo una referencia en el pescado, en el asado y en la verdura en la Parte Vieja donostiarra. Una fórmula sencilla, hacer lo que has sabido hacer desde siempre, al fin y al cabo es el mismo cocinero desde los tiempos de Bernardo.
Ha pasado ya un tiempo desde que se fue Josefina (a pesar de lo que me dijeron no ha vuelto) y algunas lenguas decían que las cosas habían cambiado. Pero de eso nada.
Nos convencieron un espárrago presentado con toda sencillez, como siempre ha sido, verduras de temporada. Alcachofas, las ostras que siempre hemos tomado y que siguen llenándote la boca de mar y de grasa, una ensalda de txangurro hecho como los que van en serio y un lenguado terso, bien hecho, fresco de los que apetece coger con las manos y chupar las espinas y luego untar con pan hasta tomarte toda la salsa.
Pero lo que te acaba por convencer es ese postre único que en pocas partes lo ves, ese maravilloso souflé, que te terminan de quemar en la mesa. En realidad es un “baked Alaska” sui generis con el interior lleno de helado, galleta y frutas. En una época en la que muchos postres modernos son cuatro rodajas de fresas se agradece que te sigan haciendo este estilo de postres, puede que sea antiguo, pero está muy bueno.
La cosas siguen tan igual que la carta de vinos sigue siendo pobre, aunque los precios no están mal del todo (Taittinger por poco más de 40 euros) hace que salgas por un poco más de 60 euros por persona. Eso sí la atención es tan familiar que siempre te sientes cómodo.
Beti Jai está en la calle Fermín Calbetón 22 de en plena Parte Vieja, Donostia – San Sebastián