Así que nos sentamos para saber más sobre los defectos del vino. Sabes cuándo un vino no te gusta, pero de lo que se trata es que intentes ser lo más preciso posible y puedas decir que se ha pasado de geosmina, como si se hubiera pasado de frenada, y entonces es cuando todo el mundo te mira y sabe que tu sabes. A ver si se me entiende, es probable que el vino esté perfecto de geosmina, pero saber decirlo te da una satisfacción que no te entra en el cuerpo.
Ahora en serio, nos reunimos para probar defectos del vino. A partir de un vino bueno, nuestra enóloga de guardia, la apasionante y apasionada Fabiola, fue echando los componentes químicos que reproducen los defectos en un vino. Y allá que catamos y supimos cuándo está sobremadura la uva y se ha podrido (esa es la geosmina) o cuándo la piracina tapa los aromas del vino o qué tipo de componente es el que hace que salga la vainillina del roble francés y que el roble americano sin tostar contiene una sustancia que se llama la whiskylactona que, obviamente, te da aromas y sabores a whisky.
Y hablamos de acetaldeido, ácido acético, acetato de tilo, tioles de reducción, el 4 etilfenol o la piridina que llaman cola de ratón porque alguien ha decidido que hay un roma que se asemeja a la de la cola de ratón, como si alguien se hubiera dedicado a oler la cola de un ratón. Y, por supuesto, las famosas bretanomices, esas que se suponen que son un defecto y que en alguna denominación de origen lo llaman virtud y que está a tope en algunos de los Burdeos más sobresalientes. Pues eso, que en una cuadrilla hay quien piensa que esa chica es fea pero hay otros que pensamos que es interesante, que tiene personalidad o incluso que “me hace reir” que en eso consiste el triunfo. Y terminamos con el etilguayacol, que pienso usar siempre cuando quiera devolver un crianza que no me convence.
Lo que más precoupa es que son nanogramos o microgramos en un depóstio de miles de litros lo que se puede cargar el vino y más de uno (y más de dos) enólogos o bodegueros o lo que sean, sabe perfectamente que el vino que está entrando en la botella tiene algún defecto y lo deja pasar. El mercado, el consumidor inexperto o, incluso, el consumidor con su umbral de percepción menor pueden hacer que el “pecado venial” pase desapercibido. Porque, además del defecto en sí, también depende del umbral de percepción de cada persona, lo que uno caza enseguida, otro puede necesitar una dosis mayor.
Pero, al final, como el vino está para disfrutarlo y lo que no mata engorda, quizás sea mejor para todos. A disfrutar que son dos días.