Las comidas regionales no son de las más faciles de encontrar por San Sebastián.  Pero de vez en cuando te sale un paisano que, por muchos años que haya pasado en esta zona, sigue teniendo sus raices y sigue teniendo la mano para hacer un buen plato de su tierra, probablemente como se lo enseñó su madre.

Así que sabiendo la historia alguien le pidió a Pedro, el que ha pasado por media docena de bares donostiarras para ser quien abrió La Gaviota y le dio su fama,  y que ahora ejerce en el bar Irati (calle Doktor Klaudio Delgado en el barrio de Gros de San Sebastián, no confundiri con la franquicia de bares “bascos”), que se pusiera el traje regional asturiano e hiciera unas fabes, que en su complejidad se llama una fabada.

¿Que porqué querría alguien comerse una fabes teniendo las pochas que tenemos por aquí? Pues por varios motivos entre los que se encuentran primero el hecho de saber que en todas partes hay cosas buenas y hay que probarlas, segundo porque unas buenas fabes son cremosas como no lo son las pochas, y luego porque está el componente de los “tropiezos” que en este caso tenían el toque ahumado (que confieso que me gusta poco ) ligero y en su justa medida. Por último porque estaba todo bueno buenisimo y es una manera de pasarlo bien.

Asi que ya se sabe, si alguien quiere una buena ración de tradición tienen una elegante fabada en San Sebastián, lo que yo ya no puedo asegurar es que se lo vayan a servir con la sidra francesa (zona de Reims) y con burbujas que nos tomamos nosotros que le quedan a una fabada como anillo al dedo, desengrasa, refresca y aligera el plato. Y lo que tampoco puedo asegurar es que puedas poner por delante unas ostras asturianas de las que ya hablé y que se pueden ver aquí, sencillamente extraordinarias. Pero ese es otro cantar. Lo importante es la fabada y nos la acabamos.

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