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Ainhoa Cilveti

El trampolín de tu vida

Berlín, sus servicios y sus gentes.

Hace unos días tuve la oportunidad de viajar a Berlín para disfrutar de una prueba deportiva: el maratón en patines que se celebra un día antes que el de corredores. La ciudad se encontraba llena de deportistas que querían participar en una de las carreras más importantes del mundo. Entre los dos días participaban más de 47.000 deportistas. Todos, tanto los corredores como los acompañantes, íbamos con ganas de disfrutar de este acontecimiento, y como no, también de la ciudad y de sus encantos. Sin embargo, tengo que reconocer, que lo que respecta a los servicios de la ciudad y a la amabilidad de sus gentes ha sido una gran decepción, ya que no he percibido que la ciudad estuviera preparada para acogernos, más bien todo lo contrario.

Ha sido difícil durante nuestra estancia encontrarnos con gente agradable o que simplemente sonriera cuando tratábamos de relacionarnos con ellos, sin contar que en general, los servicios dejan mucho que desear, habiéndonos encontrado con alguna situación surrealista. Por ejemplo, tras esperar más de treinta y cinco minutos al autobús que nos conducía de vuelta al aeropuerto, con los nervios  que implica el llegar tarde a coger un vuelo, hemos tenido que aguantar una bronca hacia todos los pasajeros por parte del chofer en perfecto alemán, sin que nadie entendiera el por qué ni nada de lo que se nos decía. Y todos, significa personas de diferentes nacionalidades, que tratábamos de explicarnos las causas entre nosotros. Y tod

o lo acontecido, que por supuesto hemos tratado de tomárnoslo con mucho humor, me ha llevado a una reflexión: Durante años nos han vendido la idea de que los alemanes eran el ejemplo de la eficiencia y la productividad, de que todos hablan inglés, mientras que nosotros somos unos vagos incompetentes. Pues tengo que decir que nos es así, que además de acoger muy bien a los turistas ofreciendo servicios de mejor calidad, somos capaces de hacerlo con mucha mayor amabilidad. Que aunque en algunos momentos, los foráneos nos quejemos del servicio de nuestras ciudades, en general, los servicios nuestros son de mayor calidad, y lo que es más importante, se ofrecen con una sonrisa en la boca. Está claro, que la distancia más pequeña entre las personas es la sonrisa, y si algo me ha quedado claro, es que a esta gente le falta mucho que aprender sobre la inteligencia emocional. Por favor no dejemos que nos vendan la moto de que ellos trabajan mejor y son más eficientes, porque lo que respecta al sector servicios tengo claro que tienen mucho que aprender y nosotros mucho que enseñar, quizá por eso pasen sus vacaciones y jubilaciones entre nosotros. (Escrito en la bolsa de mareo del avión)

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