Muchas veces se nos dice que tenemos que ser cautos y no fiarnos de los desconocidos, y tampoco hacerlo de las personas de nuestro entorno hasta no estar seguros de su amistad y su lealtad. Los padres, abuelos, suelen repetirlo para evitarnos problemas en un futuro, es un consejo, que tomándolo en su justa medida, es bueno, pero que puede traer consecuencias no deseadas en algunas personas.
Hace poco, trataba este tema en el despacho con una persona a la que esta recomendación le ha causado problemas de socialización. Por supuesto, no vamos a echar la culpa a sus progenitores por querer prevenirle de aquellas personas que abusan de la confianza de los otros, pero sí tenemos que ser cautos a la hora de mandar ciertos mensajes.
Desde luego, debemos ser prudentes cuando conocemos a alguien antes de abrirnos a esa persona, pero esto no significa que tengamos que pensar que todos los de nuestro alrededor están pensando en hacernos daño o que son malas personas. Una cosa es ser cauto, y otra es cerrarnos en banda y no dejar que nos conozcan o no poder confiar en nadie. La mayoría de las personas son buenas, tienen sus inseguridades y necesidades, y no van por la vida pensando en cómo fastidiar a los demás. Ya sé que hay personas tóxicas que es mejor evitar, o incluso personas dispuestas a hacer el mal, pero estas son muy pocas si lo comparamos con toda la gente con la que nos relacionamos a lo largo de nuestra vida, y lo que debemos aprender es a saber averiguar quiénes son aquellos que más nos convienen y quienes menos, pero sin tener temor a relacionarnos con la gente.
El hecho de desconfiar de todo el mundo causa problemas a la hora de relacionarnos, ya que desde un primer momento se siente que la persona que se tiene enfrente puede ser nociva, por lo tanto, el individuo ya lo está pasando mal. Sentir que las personas que nos rodean no son de fiar no sólo nos lleva a no poder hacer que la relación progrese, sino a sentirnos rodeados de enemigos, lo que va a agrandar nuestra desconfianza hacia el resto y hacia nosotros mismos por sentirnos en constante peligro. Por esto mismo, es mejor pensar con prudencia en los demás, pero anteponiendo la bondad de las personas, y sobre todo, pensando que somos capaces de darnos cuenta en un momento dado si debemos desconfiar de alguien puntualmente, y no tener que hacerlo sistemáticamente de todo el mundo. Confiar en nosotros mismos nos va a permitir vivir con mayor libertad y confianza las relaciones con los demás.