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Ainhoa Cilveti

El trampolín de tu vida

Jugar con la videoconsola

Cualquiera que tenga un niño, adolescente o incluso un adulto joven en casa, sabrá el enganche que tienen muchos de ellos con las máquinas, el tiempo que pasan jugando, y lo peor de todo, el cambio que se produce en su carácter mientras las están utilizando. Muchos padres negocian con sus hijos el tiempo que pueden utilizarlas, ya que por ellos pasarían horas y días sin parar de jugar, y sin importarles los otros quehaceres que dejan de hacer. Jugar es su mayor motivación, y ahora que pueden conectarse con otros amigos, no necesitan ni salir de casa para relacionarse con ellos, lo que termina originando que algunos de estos chavales se pasen el fin de semana sentados en el sofá sin moverse mas que lo justo para ir al baño y alimentarse. Esta es una situación a la que todos los padres tememos, no sólo por lo que supone que un chaval no salga de casa y se obsesione con un juego, sino también por la transformación que sufren mientras están jugando y en lo que se convierten.1497949470_271094_1497949700_noticia_normal

Rabia, impotencia y frustración es lo que dicen ellos sentir cuando no entendemos lo que significa para ellos el juego, cuando se les dice que tienen que dejarlo, quizá a mitad de partida para poner la mesa o ponerse a hacer los deberes, y no entendemos lo que les supone tener que dejar la partida.  Por supuesto, a la mayoría nos cuesta dejar de hacer las actividades que más nos divierten, pero deben aprender que por una parte hay que saber parar y que no siempre podemos hacer lo que queremos, y por otra parte, deben aprender a gestionar sus emociones y su carácter a la hora de jugar.ordenador-jugar

Se dice, que como juega una persona es esa persona. Aquellos que practican algún deporte saben que a veces uno se comporta en la cancha de juego de forma más agresiva a como lo es en la vida normal, pero lo que parece que une a muchos de los jugadores de estos juegos es el mal genio, gritos y porrazos que dan mientras practican con la consola, como si la vida les fuera en ello o como si estuvieran actuando en la vida real. Podríamos pensar que es una forma de desahogo, pero también deben aprender a hacerlo de forma sensata, y desde luego aprender a jugar sin gritar y sin enfadarse con el mundo, y mucho menos con los que les rodean.

 

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