Hace una semana hablaba del desgaste que supone tener que estar esquivando dardos continuamente, o teniendo que devolverlos porque estamos rodeados de personas que se empeñan en lanzárnoslos. Es decir, las personas que nos rodean, bien por envidia, por inseguridad o porque se sienten inferiores y es la única forma que conocen de sentirse por encima de los demás, se esfuerzan por herir con sus palabras a ciertas personas. Precisamente, aunque parezca raro, cuanto más desagradables resultan los comentarios, más valor nos dan estos mismos, ya que demuestran la importancia con la que nos consideran estas personas, aunque lo demuestren negativamente. Pero, aunque esto pueda parecernos un consuelo, no tenemos porque aguantar que nadie nos falte al respeto, y para lograrlo, la mejor forma posible es poner límites.
¿Cómo debemos establecer estos límites? A casi nadie le resulta agradable ir con cara de perro por la vida, ni dar a entender que a la mínima que nos digan algo nos enfadamos, pero sí podemos dejar claro que no admitimos una falta de respeto, y lo podemos hacer de forma educada y tranquila, para tampoco faltarnos a nosotros mismos el respeto y sentirnos bien con lo hecho o dicho. Debemos tener en cuenta que, dependiendo de la sensibilidad de la persona, esta se puede sentir mal si considera que ha resultado brusca o “borde” en algún comentario hacia quien le manda estos dardos, y al final, a pesar de estar defendiéndose, el resultado final es que se va a sentir mal consigo misma. Por este motivo, es importante hacerlo desde la calma y las buenas formas, apuntando de forma clara el mensaje que queremos transmitir, de forma directa, y sin dejar lugar a dudas sobre nuestras intenciones: No te permito que me faltes el respeto.
Sé que hay personas que estarán seguras de haberlo hecho más de una vez, y que, sin embargo, ven como la otra persona sigue actuando de la misma forma. Sin embargo, si uno se mantiene firme en su objetivo, estas personas van a irse acobardando, ya que debemos recordar que en muchas ocasiones estos mensajes parten de la frustración que sienten hacia nosotros, y que al darse cuenta que no les permitimos actuar de esta forma con nosotros, van a ir acobardándose y dejándolo de intentar. Cuanto más firmes nos mantengamos, más les costará continuar en su mala actitud, y probablemente buscarán otra víctima para sus malévolos comentarios.