Existen tres tipos de roles que configuran el triángulo dramático, el perseguidor, el salvador y el de víctima, y cualquiera de las tres actitudes nos perjudican a nosotros mismos y resultan frustrantes para quienes nos rodean. Pero, sobre todo, debemos pensar en nosotros y en lo que nos afecta tener este tipo de comportamientos tan negativos. Hay que indicar que este triángulo es una teoría del psicólogo Karpman, con el que trata de explicar ciertos comportamientos que podemos tener a la hora de relacionarnos con otros, y que seguro identificamos como propios en alguna ocasión o que nos resultan familiares en otros:
El perseguidor sería aquel que se queja continuamente de lo que él otro hace, pueden ser amigos, pareja o incluso en el trabajo, y que consigue transmitir rabia y ansiedad a quienes lo escuchan. No sólo porque la escucha de la queja continua pueda resultar desesperante, sino también por la crítica que implica esta queja, y que menosprecia a quien va dirigida.
Salvador es aquel que pretende ayudar todo el que lo rodea y considera que lo necesita, ofreciendo toda su energía en esta campaña y logrando que las personas ayudadas se sientan abrumadas por este apoyo. Además, puede resultar frustrante y cargante tener alguien dispuesto a colaborar siempre, haciendo que a la persona se le resienta su autoestima o sintiéndose infravalorada. Aunque pueda parecer beneficioso tener cerca a alguien con este tipo de comportamiento, no siempre la ayuda constante se recibe bien.
El papel de víctima es el de quien quejándose de su mala suerte, no hace nada para combatirla, lo que puede suponer mucha frustración a quienes les escuchan, ya que aparte de tener que escuchar sus lamentaciones, ven que no pueden hacer nada por remediarlo.
Una misma persona puede desarrollar a la vez los tres comportamientos dependiendo del grupo o ambiente en el que se encuentre, es decir, puede ser un perseguidor con su pareja y criticar todo lo que esta hace, tener el papel de víctima en su trabajo porque considera que el jefe no es justo con su trabajo, y ser un salvador con sus amigos estando dispuesto a ayudar y colaborar en todo lo que necesitan. El caso es, que cualquiera de los tres roles resulta poco proactivo a la larga en el grupo, ya que aunque en un principio podamos considerar que el salvador puede facilitar la consecución de objetivos en grupo, a la larga puede ser una carga por costarle delegar.