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Ainhoa Cilveti

El trampolín de tu vida

Relaciones tóxicas

Muchas veces he escrito sobre las relaciones tóxicas y he comentado lo importante que es abandonarlas cuanto antes por el bien de la persona, ya que no nos ofrecen nada bueno y nos perjudican mucho anímicamente y dañan la autoestima. Pero este no es sólo uno de los problemas que pueden originarnos, ya que una vez dejada la relación podemos pensar que el mal desaparece, y sin embargo, si se ha mantenido el tiempo suficiente, termina perjudicando también a otros contactos, ya que la persona tergiversa el modo de conectar con otras personas. Sobre todo, cuando en estas relaciones se mantiene una falta de respeto continuo que se termina aceptando y normalizando, lo que confunde a la hora de gestionar la unión con otras personas.

La falta de respeto es una prueba muy grave de que alguien no sabe conducirse correctamente con los demás, y cuando se normaliza por no querer aceptar el hecho de que una relación no nos conviene o nos resulta tóxica, terminan comportándose igual con los demás. Hasta el punto de perder incluso la empatía con ellos, o querer volcar en ellos su “porquería”, sin ser conscientes de lo que esto representa. La persona que ha sufrido una relación tóxica pierde la perspectiva de la realidad sobre cómo debe ser su forma de conectar con los demás, lo que le hace ser más egoísta y volcar sus frustraciones en los demás, perdiendo la referencia de lo que los otros hacen y de cómo deben tratarse entre ellos.

Aunque parezca que son víctimas y por lo tanto debamos permitirles ciertas licencias que a otros no les permitiríamos, esta no es la forma correcta de actuar con ellos ni de ayudarles. Ponerles límites en su forma de relacionarse con nosotros y hacerles ver que deben tratar con deferencia a quienes bien les quieren es una forma de que las personas cercanas puedan ayudarles, ya que la práctica de las relaciones es lo que más va a enderezar y fortalecer su modo de ser y estar con los demás.

Por lo tanto, si nos encontramos que alguien pretende “echar su basura en nuestro cubo”, lo mejor que podemos hacer es no permitírselo, y que le dejemos claros los límites. Seguido podemos ayudarles en su actitud, pero siempre estableciendo y manifestando la forma de actuar correcta. Permitirles conducirse como lo han hecho con ellos sólo les confunde más la realidad sobre el respeto y la forma correcta de relacionarse con otros.

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