Si resumo esta anécdota en unas pocas palabras podría decir que un mal jefe ha acabado con la ilusión de un buen trabajador. Sé que muchos de los que leáis esto os puede sonar familiar o al menos cercano, y en este caso, además se da el caso de que este trabajador era el que tenía los mejores resultados de la empresa, por lo que la mala actitud de este jefe no sólo ha afectado a dicho trabajador, sino al resultado de toda la empresa.
Muchas veces he comentado lo perjudicial que puede ser en una organización que el jefe no sepa liderar a su equipo, pero aún peor que lo desmotive hasta querer abandonar la empresa, sin importarle el trabajo. En alguna ocasión me he encontrado con personas que me han comentado que sus jefes eran bastante “inútiles”, pero que por no entender bien cuál era su cometido, les dejaban hacer a su criterio, sin meterse en lo que hacían en el trabajo. Aunque no es la situación ideal, ya que un buen jefe debe acompañar y en caso necesario apoyar en el cometido exigido, es verdad que, si puedes realizar tu trabajo sin este acompañamiento y sin que nadie te moleste en tu cometido, puede resultar incluso un alivio no tener a nadie encima que te “moleste” mientras trabajas. Tener libertad para hacer las cosas a tu manera no sólo te da independencia, sino también te transmite seguridad hacia tu profesionalidad, lo que resulta muy positivo y gratificante para el trabajador.
El problema viene cuando un jefe se empeña en actuar de una determinada forma sin ser consciente de la realidad exacta de la empresa, del trabajo o del sector, perjudicando a sus propios empleados y por consiguiente a la empresa en general. La cuestión, en estos casos es que a no ser que alguien de más jerarquía se percate de esta situación y ataje la misma, suele ocurrir que estos trabajadores terminan abandonando la organización, y que los buenos resultados que se estaban dando terminan desapareciendo. Conozco un caso en la que un jefe consiguió deshacerse de todos los colaboradores de un equipo que tiraba de una de las ramas más importantes de la empresa. A pesar de ser advertidos en más de una ocasión, poco a poco estos colaboradores fueron desapareciendo, hasta que finalmente la empresa se dio cuenta y se deshizo del causante de esta procesión de salidas. Pero entonces ya sólo quedaba una persona en ese equipo, por lo que ya poco se podía salvar. Cualquiera que haya tenido que montar un equipo de trabajo eficiente sabe el valor del mismo, por lo que dejar que alguien se cargue a uno es una cuestión muy grave en una empresa. Lo mismo ocurre con dejar ir a un buen trabajador, por supuesto que cuando alguien está convencido de dejar un trabajo suele ser difícil hacerle cambiar de opinión, pero que sea alguien de la propia empresa quien lo causa es algo muy grave, ya que, además, esta persona está demostrando no ser un buen colaborador, sino un lastre para la organización.