A partir de una edad es más fácil aprender a quererse un/a mismo/a porque a lo largo de nuestra vida vamos adquiriendo herramientas que nos ayudan a hacerlo. No significa que simplemente por cumplir años lo consigamos, pero podemos saber dónde acudir para lograrlo o a quien dirigirnos. El problema es cuando la negación se da a una edad temprana, sobre todo teniendo en cuenta que con las redes la exposición es cada vez mayor y empieza antes, lo que puede perjudicar mucho la autoestima de un individuo. Por este motivo, en esta segunda parte quiero hacer hincapié en cómo podemos ayudar a los más pequeños a aceptarse y a gustarse, y sobre todo a que se den cuenta que en la mayoría de las fotos que ven de sus ídolos y conocidos hay mucha más mentira que verdad.
Lo primero, y aunque parezca muy obvio a veces no lo es tanto, y consiste en no criticar ni hacer mención de aquello que pueda acomplejar al niño/a de forma despectiva, y mucho menos comparándole con otra persona. Cuando aluda a su complejo no se trata de quitarle importancia, ya que él/ella lo vive mal, por lo que debemos transmitirle que le escuchamos, pero haciéndole ver que la importancia de este complejo radica exclusivamente en su cabeza, y que la mayoría de las personas tenemos algo que no nos gusta de nuestro cuerpo y que debemos aprender a afrontar. Querer quitarle importancia sin valorar su sufrimiento no hace más que aumentar su dolor, ya que se va a sentir poco comprendido/a y de esta forma es más difícil empatizar y llegar a un entendimiento. Debemos escucharle, comprenderle y aceptar sus emociones, y desde este punto hacerle entender que no todo lo que ve en redes es verdad, explicarle que la mayoría de las fotos, por no decir todas, cuentan con un filtro o más, y que, aunque se compare con otras personas de su alrededor y no se guste por no cumplir unos cánones que se suponen establecidos, igual que no todos somos iguales físicamente, no a todos nos gusta lo mismo.
La magia de las personas está en la diversidad, y que todos tenemos nuestro encanto y cualidades que podemos aprender a poner en valor. Aprender a mirarnos y sabernos sacar partido a lo bueno que tenemos, enseñar a nuestros hijos sus fortalezas, les va a centrar en aquello positivo, y cuando esto ocurre lo “negativo” pierde importancia. Y, sobre todo, hacerles entender que la seguridad es lo que más gusta y más fuerte nos hace, y esta se consigue comenzando a aceptarnos y a valorarnos a nosotros mismos.