Muchas veces en el despacho y hablando de diferentes asuntos surge esta pregunta, ¿Cuántas veces debemos perdonar a una misma persona? Hay una frase que se repite cuando alguien nos falla y es que perdonar nos hace más grandes y nos fortalece, pero ¿Cuántas veces debemos permitir que nos falten el respeto? Imagino que esto depende de quien se trate y de lo que nos haya hecho, pero que, en todo caso, debe ser hasta que nos encontremos cómodos perdonando o decidamos no seguir haciéndolo, pero en ningún caso debe nadie obligarnos o pedirnos lo contrario.
Si hablamos de que la persona que se extralimita en el respeto es un hijo, estoy convencida que casi nadie no entienda que se pueda llegar a los mil perdones, porque “a los hijos se les perdona todo”. En este sentido, lo contrario suele ser lo polémico o con lo que no se empatiza, porque el amor que sentimos por nuestros hijos está por encima de todo. Más o menos ocurre lo mismo con los padres o madres porque, aunque sea normal que en momentos nos enfademos con ellos, prevalece el sentimiento de que si en alguna ocasión nos han hecho daño no lo han hecho a conciencia, ya que su amor por nosotros es verdadero y sincero, por lo que resulta igual que con los hijos.
Cuando se trata de algún otro miembro de la familia las faltas de respeto o desencuentros pueden ir a mayores, porque no siempre se está dispuesto a aceptar todo, aunque muchas veces, y por ser familia podemos terminar perdonando, a pesar de que vaya en contra de nuestros deseos, pero al final por la unidad familiar se suele terminar haciéndolo. Es verdad que hay hermanos, tíos o primos que no vuelven a hablarse en la vida, pero el acercamiento es más fácil precisamente porque suele ser más fácil tener que coincidir o que surja un encuentro físico, y esto ayuda a la reconciliación.
Respecto a los amigos es otra historia, porque a los amigos se les escoge y se espera de ellos que nos respeten y nos quieran igual que nosotros lo hacemos por ellos. Por supuesto, somos humanos y nos podemos equivocar, pero también podemos pedir perdón y evitar repetir la misma conducta, aquí la persona debe ser generosa y perdonar, porque además puede ser mayor el dolor de perder un/a amigo/a que hacer el esfuerzo de confiar. El problema radica cuando esta actitud de falta de respeto se repite y la persona termina no creyendo a su antiguo/a amigo/a, entonces el perdón no sirve de nada porque la relación de amistad es algo que se basa en la confianza y cuando esta se pierde poco hay que hacer. La amistad y la confianza son como un jarrón que cuando se rompe se puede volver a pegar, pero que nunca va a quedar igual.