Hay personas que se ven obligadas a esquivar continuamente dardos o atener que pararlos y devolverlos y esta es una situación de mucho desgaste y que nadie se merece. Me voy a explicar mejor, hay gente que trabaja en ambientes en los que en lugar de decir las cosas con respeto y de buenas formas a los compañeros, prefiere gritar o ir echando “puyas”, haciendo que el ambiente sea muy incómodo para quienes soportan estas faltas de respeto y haciendo que su trabajo termine resultándoles desagradable.
Una cosa es ir a trabajar sabiendo que vas a tener que realizar tus tareas de la forma más eficiente posible, que vas atener que centrarte en lo que el trabajo te exige y dar el máximo de ti durante las horas laborales, y otra muy distinta, tener que afrontar cada jornada sabiendo que aparte de tu trabajo vas a tener que soportar ciertos comentarios, algunas faltas de respeto e incluso que se ponga en duda tu trabajo, esta situación a parte de ser muy desagradable, hace que te desconcentres de lo importante, que es el trabajo, y terminando minando tu seguridad como trabajador y como persona. Por supuesto, siempre vas a tener quien te diga que lo mejor que puedes hacer es que no te importe lo que te digan y que los comentarios te resbalen, o que contestes cuando te dicen algo con lo que no estás de acuerdo, pero ¿es necesario tener que soportar que alguien te falte el respeto o tener que contestar comentarios que te hieren? Además, ¿Quién es nadie para decirte lo que te tiene que afectar o no, y muchos menos, a decirte que no te enfades o que no afecte a tus sentimientos las faltas de respeto?
Por esto mismo, y porque estas situaciones se dan en muchos casos, debemos ser conscientes que tenemos derecho a enfadarnos y a sentirnos heridos, y que también tenemos la decisión de una vez aceptados estos sentimientos determinar cuánto queremos que nos afecten y durante cuánto tiempo. No se trata de hacer que no pasa nada, sino de darle la importancia que consideremos oportuna, y, sobre todo, de no permitir que vuelva a ocurrir, ya que nadie se merece tener que acudir a su puesto de trabajo preparado a esquivar los insultos o malas formas de nadie. Por lo tanto, lo más efectivo es poner límites y no permitir que se nos falte el respeto.