Hace unos días, me comentaba una persona sobre una situación que estaba ocurriendo en el equipo de deporte de su hijo. Estos, los jugadores tienen ya una edad, que sin ser mayores, comienzan a entrar en la adolescencia, con lo que estos chavales comienzan a quererse despegar de las faldas de sus madres. La mayoría, hasta la fecha, se sentían muy a gusto con que sus padres fueran a verles jugar a los partidos, o les acompañaran a los torneos que se celebraban fuera de la ciudad. Sin embargo, desde hace unos pocos meses, esta circunstancia ha cambiado, y ahora, comienza a incomodarles la continua presencia de sus padres.
Por supuesto, es una situación difícil, ya que para los padres no es fácil aceptar la realidad, bien porque no saben muy bien cómo acertar con lo que sus hijos quieren, o bien porque les cuesta reconocer que sus hijos se van haciendo mayores y ellos ya no son el centro de su vida, comienza la época en la que los importantes son los amigos. Cómo actuar, en cada caso sería diferente, ya que no todos tenemos las mismas necesidades en la misma edad, y aunque suele ser algo contagioso, no todos están dispuestos a renunciar a la compañía y apoyo de sus padres al mismo tiempo.
Sin embargo, y sobre lo que quería centrarme, es en esos casos, en los que bien porque los padres transmiten sus miedos a los hijos, o bien porque estos requieren más tiempo para despegarse de sus progenitores, les cuesta dar este paso, convirtiéndose en los jugadores diferentes del grupo. Si todos deciden acudir solos a un partido o ir en unas condiciones a un torneo, y uno de ellos siente la necesidad de ir acompañado, es cuando este se puede sentir mal, ya que en estas edades cuesta mucho asumir ser diferente. Hay en ocasiones, que somos los padres, los que nos empeñamos en transmitirles nuestros miedos, por no querer perder nuestro protagonismo en sus vidas. Debemos relajarnos en este sentido, y saber que hasta los veintitantos años, somos los padres quienes aún influimos más en ellos, a pesar de que estos prefieran la compañía de sus amigos. Necesitan ir avanzando y haciéndose autosuficientes, por lo que, aunque debamos continuar siguiéndoles de cerca, también es bueno que les dejemos volar libres, sobre todo, si queremos que aprendan a gestionarse. Por lo tanto, si un día su hijo/a le dice que no vaya a verle al partido la próxima vez, no se desanime, no le está abandonando, simplemente está creciendo.