Muchos somos los que de niño hemos sentido la necesidad de tener amigos imaginarios. Hoy en día, en el que los niños tienen multitud de aparatos para estar conectados con otros amigos, y desconectados muchas veces de lo que ocurre a su alrededor, parece que hay menos necesidad de imaginar una persona que nos acompañe en nuestros juegos y aventuras. Ahora, con tener una videoconsola pueden jugar solos o en compañía desde sus propias casas, con amigos que a su vez están en sus casas, con los que compiten y hablan mientras juegan. Pueden pasar horas en estos entretenimientos, para desesperación de los padres, ya que están tan enfrascados en estas recreaciones que no atienden cuando se les habla.
Sin embargo, antes cada uno debía inventarse una realidad para poder salir por un rato de la suya propia. Los que tenían más hermanos lo podían hacer para crearse una “válvula de escape”, y los que no teníamos hermanos, para construirnos una realidad más interesante que la que puede significar estar solo jugando.
Entonces, no era un síntoma de preocupación que un niño hablara solo mientras jugaba o que actuara como si lo hiciera con otros compañeros de diversión. Estos podían ser muñecos con los que se divertía y a los que les daba vida, o personajes producto de su imaginación, y era algo bastante normal, que en nuestras familias se entendía y lo comprendían como un recurso más de nuestra imaginación. Tengo que reconocer que en la mía estaban muy habituados a escucharme hablar y jugar con mis “amigas” mientras viajábamos en coche o me entretenía en cualquier sitio. Desde luego nunca me demostraron estar preocupados por ello, e incluso solían interesarse por ello como parte de mis juegos y de mi vida.
Hoy en día, esto es más complicado, los padres nos preocupamos por todo, y damos más importancia a cosas que no las tienen. Todos aquellos que conozco y que han tenido amigos imaginarios, llegado el momento han sabido muy bien discernir la realidad de la imaginación, y se han adaptado a sus vidas y relaciones reales sin problemas. Pero, ¿qué pensaríamos en la actualidad si un amigo/a nos dijera que su hijo/a habla solo? Pues puedo asegurar por experiencia que se ve como algo muy raro, que se piensa que son niños extraños, o que les falta cariño. Tengo que defender que como no era mi caso, siempre lo he considerado como un recurso más que nuestra mente nos proporciona, y que aún hoy en día me acuerdo de los nombres y de las aventuras que viví con ellos.