Una de las principales protagonistas del pasado Mundial de Berlín ha sido la campeona de los 800 metros, la sudafricana Caster Semenya. Muy a su pesar, el protagonismo no le llegó solamente por su victoria o por su juventud o por su excelente registro y probable proyección. El mundo se le ha venido encima por las dudas surgidas sobre si es una mujer o no. Casi nada.
El tema está todavía en manos de la IAAF, que será quien tenga que decidir en base a profundos y delicados informes médicos y sicológicos si Semenya es mujer a todos los efectos, y como tal seguir compitiendo, o si no lo es y le retira la medalla y la proscribe para siempre. Patata caliente para la IAAF, que ya empezó con mal pie al hacerse público todo este asunto el mismo día que se disputaba la Final. A ver cómo evoluciona este caso tan goloso mediáticamente y, sobre todo, a ver cómo termina Caster Semenya, la persona. La persona que seguirá siendo una gran campeona o un juguete roto.
En realidad, nada nuevo bajo el sol. Las suspicacias sobre el sexo de algunas atletas vienen de muy lejos. Mi vecino bloguero Antxón Blanco ya nos hizo un artículo al respecto,
“El sexo a debate”. Yo quiero poner imágenes a algunos de los casos más representativos.
Stella Walsh llegó a ser en los años treinta plusmarquista mundial de 100, 200 y salto de longitud, y fue campeona olímpica del hectómetro en Los Ángeles’1932 y subcampeona en Berlín’1936. Se supo su “ambigüedad” en 1980 al realizarle la autopsia tras morir trágicamente en un tiroteo. Pinchando
aquí podéis ver un artículo de la época. En él también se pone en duda la femineidad de sus compañeras de podio en 1936, Helen Stephens y Kathe Krauß. En otro sitio he leído que Stephens aceptó en su momento someterse a un control visual, que pasó con éxito. Compleja época aquella, sin duda.
Fotos de Walsh, de Walsh y Stephens, y del podio de Berlín’36.
Eva Klobukowska fue la primera atleta que la Federación Internacional retiró de la competición por no pasar el control de sexo. Había sido medallista de bronce en los 100 metros de los Juegos de Tokio’1964. Dos imágenes de Eva Klobukowska, la segunda en el podio de Tokio.
Por cierto, tanto Stella Walsh como Eva Klobukowska conservaron sus títulos ganados como mujeres.
En España el caso más sonado no deja de ser curioso. A la atleta
María José Martínez Patiño se le retiró la licencia en 1986 por un desarreglo cromosómico, y tras alegaciones y recursos se le permitió volver a la competición femenina a finales de 1988. En 1986 la prensa se hizo eco de la noticia
así y en 1988
asá. Seguramente, María José Martínez habrá revivido estas últimas semanas momentos muy duros y amargos de su biografía.
El último nombre que quiero rescatar hoy es otro de los que han saltado a la palestra últimamente: Jarmila Kratochvilova, plusmarquista mundial de los 800 metros desde hace veinticinco años. La diferencia con los anteriores casos es que nunca se ha dudado de que Kratochvilova fuera una mujer. Sin embargo, estamos ante uno de los más claros ejemplos de masculinización exógena. Me resulta curioso pensar que hace un cuarto de siglo ni las marcas ni el aspecto físico de Caster Semenya habrían provocado la admiración y la polémica actuales.
Fotos de Kratochvilova. Como puede apreciarse en las dos últimas, su aspecto ha mejorado mucho con los años.
En fin, vuelvo al principio. Caster Semenya será aceptada o desterrada, y el Atletismo seguirá su curso y la vida también. Espero que ella sea capaz de asumir todo lo que le está ocurriendo, que no es poco. Este debate sobre el sexo de algunas atletas me recuerda que donde hay pelo hay alegría. También decisiones de quita y pon. Y en ocasiones, seguro, muchas lágrimas.