Por Carlos Rilova Jericó
Este nuevo correo de la Historia tuvo su primera inspiración el sábado pasado, cuando llamaron mi atención sobre un artículo publicado en un semanario, “Magazine On”, redactado por un tocayo, Carlos Marcos, y titulado “Mujeres y hombres y Twitter”.
El título puede parecer un poco críptico para quienes acostumbran más a leer que a ver la televisión y, sobre todo, esa que suelen llamar “Telebasura”. Quienes son capaces de hacer ambas cosas, que, como veremos, no serían ningún fenómeno de la Naturaleza, quizás ya habrán adivinado que el citado artículo, seguramente, iba acerca del famoso, y rentable, programa de Tele 5 “Mujeres y hombres y viceversa”, presentado por una de las escasas vascas triunfantes en el negocio del espectáculo de Madrid: la guipuzcoana Emma García.
La columna de Carlos Marcos va de análisis de la programación de televisión y eso, analizar la programación de las distintas televisiones, es lo que hacía en ese artículo: “Mujeres y hombres y Twitter”. Y al hacerlo Carlos Marcos no salía de su asombro cuando se le ocurrió comprobar el nivel intelectual de quienes parecen ser seguidores habituales de “Mujeres y hombres y viceversa”.
En efecto, no era para menos. Resulta que el 24 de marzo la emisión del nuevo capítulo diario de “Mujeres y hombres y viceversa” se retrasó a causa del desastre del avión de German Wings, estrellado, como bien sabemos ya, por su copiloto, Andreas Lubitz.
Ese retraso llevó a muchos de los seguidores de “Mujeres y hombres y viceversa” a protestar enérgicamente por lo ocurrido en la red social Twitter.
A continuación les reproduzco algunos de los mensajes que, en 140 caracteres, escribieron algunos de esos seguidores fanáticos de “Mujeres y hombres y viceversa” al ver que su dosis diaria de programa no llegaba. Los tomo de otro artículo, éste publicado en “El correo” el 25 de marzo de 2015.
Ahí se pueden ver, en la zona de comentarios, algunos de esos mensajes íntegros. Uno de una usuaria de Twitter que firma como Tupa, decía así: “Fuaaah” pero que pongan ya #myhyv que no me importa lo de francia. Quiero a mis niñooos”. Lo copio literalmente.
Otro usuario de esa red social, Twitter, que se identifica como A124, superaba, por abajo, el nivel de Tupa. Su mensaje decía así, también literalmente: “pues me parece fatal que no pongan #myhyv por un accidente, no es mi culpa que sean tontos y se estrellen”…
Había más ejemplos, que les dejo descubran ustedes mismos mirando por ahí. Algunos firmados por usuarios llamados Guillem y @miguel_lara desafían, por el tono y el contenido, a cualquier cosa que podamos imaginar sobre un bajo, bajísimo, nivel intelectual.
El nivel de esos comentarios en Twitter de fieles seguidores de “Mujeres y hombres y viceversa” es, en efecto, como para rasgarse las vestiduras. Sin embargo… como siempre los historiadores tenemos algún “sin embargo” que añadir y, viendo las cosas desde nuestro montón de libros de Historia -la Torre de marfil nos la han quitado por cosas de esas de las “reformas” económicas-, no nos asombramos tanto.
Así es, Umberto Eco, que ahora mismo estrena nueva novela en español, ya nos advertía, años atrás, en uno de sus magníficos ensayos, que ese tipo de conducta es bastante normal en los seres humanos. Al menos en los que, desde el siglo XIX, han sucumbido a una industria que, como todas, no habría triunfado de no ser porque consiguió, precisamente, atraer a muchos seguidores…
En efecto, el profesor Eco nos decía en un libro titulado “El superhombre de masas” que los seguidores de los folletines, o novelas por entregas, publicados masivamente en la prensa del siglo XIX desde, más o menos, 1836 se agarraban pataletas muy similares cuando el vapor o el ferrocarril que traía de ciudad en ciudad, desde París, Roma…, cada nueva edición de los periódicos que publicaban folletines, se veía retrasado por alguna razón, dejando a los interesados con las ganas de saber cómo los personajes de Ponson du Terrail, o de Alejandro Dumas padre, o de Eugenio Sue, o de Víctor Hugo, o, incluso, hasta “El tío Goriot” de Balzac, lograban salir del embrollo en el que esos escritores los habían metido en el capítulo anterior.
Sabemos de esas desazones, disgustos y bramidos porque quienes seguían esos folletines eran incluso personas importantes. Por ejemplo ministros que, a diferencia de muchos miles de analfabetos -enganchados al folletín de turno sólo gracias a la lectura colectiva y en voz alta de cada periódico- podían leer por sí mismos cada entrega de “El caballero de Harmental”, “Los tres mosqueteros”, “Enrique de Lagardere, “Los miserables”, etc… y así dejaban constancia por escrito del disgusto ellos mismos o sus secretarios.
Antes de que disparen sus revólveres -o sus pistolas de duelo- sobre mí por esta comparación tan atrevida de grandes obras de la Literatura Universal que tuvieron un pasado como folletín, con productos basados en el mismo esquema, pero degradado hasta lo infame -como sería el caso de “Mujeres y hombres y viceversa”-, les haré una reflexión -por supuesto histórica- que nos ayude a respondernos la pregunta de si vamos, realmente, de mal en peor con la calidad del entretenimiento que consumimos.
Esta claro que la vacuidad de los pretendientes de “Mujeres y hombres y viceversa”, que van ahí a vivir del famoseo, a demostrar que se puede llegar muy lejos en esta vida con cuerpos esculturales y nada -o casi nada- dentro de la cabeza, no puede ni compararse siquiera con los magníficos folletines de Dumas, Ponson du Terrail, Balzac, Paul Féval, etc…
Sin embargo, ¿cuántos de los fanáticos lectores de esos folletines del siglo XIX, muchos de ellos luego reconocidos como Alta Literatura, eran también asiduos de espectáculos que hoy nos parecerían casi igual de degradantes que “Mujeres y hombres y viceversa ”, como los monstruos de feria o el circo de Barnum?.
Lo mismo podríamos preguntarnos hoy día de los seguidores de “Mujeres y hombres y viceversa”. Seguro que entre ellos hay muchos -otra cosa es saber cuántos- que ven, por diversas razones que nada tienen que ver con un bajo nivel cultural, ese gabinete de monstruos, de fenómenos de feria, que es “Mujeres y hombres y viceversa”; compaginando ese espectáculo, que les ofrece, tal vez, un cálido sentimiento de horror y superioridad moral, con la lectura, ávida, de Dumas, de Víctor Hugo, de Umberto Eco…
Seguro que entre ellos no estarán Tupa, A 124 y otros usuarios de Twitter que escribieron -o algo parecido- esos sonrojantes comentarios que daban más importancia a ver el siguiente capítulo de “Mujeres y hombres y viceversa” que a la información sobre el centenar y medio de personas asesinadas por Andreas Lubitz. Pero cuidado con los juicios apresurados. A menos que queramos rebajarnos al nivel de esos seguidores de la Telebasura que jamás leen libros -o si lo hacen se les nota bien poco- y demuestran ser unos perfectos, y lamentables, cabezas huecas en una sociedad en la que leer a Dumas, a Víctor Hugo… es casi tan fácil como encender la televisión.