Por Carlos Rilova Jericó
Obviamente esta semana tocaba hablar de Miguel de Cervantes. El llamado príncipe de las Letras españolas. También considerado inventor de la novela moderna (no sé qué pensarán de esto los japoneses con su “Genji Monogatari”) y, desde luego, el autor español más universalmente reconocido y conocido, gracias precisamente a las dos partes de “El Quijote”.
Podría contar muchas cosas al respecto, pero he preferido quedarme, de todo lo que se podría decir, con una anécdota histórica de lo más interesante -o eso me parece a mí- que, espero, sirva de homenaje a Cervantes y ayude a reforzar todo lo que se ha hecho en este IV Centenario para recordar y valorar su figura.
La anécdota en cuestión no nos aleja demasiado del tema que trataba la semana pasada. De hecho, la ilustración que ilustra -valga la redundancia- este nuevo correo de la Historia está sacada de las páginas de publicidad de la misma revista “Nuevo Mundo” que hace siete días facilitó las dos imágenes del anterior correo de la Historia.
Se trata de una imagen publicitaria, como decía, en la que vemos a un Cervantes idealizado escribiendo una de sus frases menos conocidas porque no es de “El Quijote”, que ahora parece ser lo único que escribió y por lo único que habría que recordarlo.
La más bien idealizada imagen del bardo de La Mancha servía en ese caso para publicitar una conocida firma de analgésicos de origen alemán que, probablemente, sea la más consumida en el Mundo para catarros, dolores de cabeza, musculares, etc…
Es una circunstancia verdaderamente reveladora. ¿Por qué?. En principio, porque nos muestra que en el año 1931, el 15 de mayo, apenas un mes después de proclamada la II República, Cervantes seguía de moda en España y, es más, servía para vender productos de consumo masivo.
Es decir, que Cervantes, en el tiempo de la II República española, era tan popular como lo podría ser hoy un cantante de rock o un futbolista-estrella que, como ya sabemos, sacan buena parte de sus inmensas fortunas de poner su fama al servicio de colonias, cremas para después del afeitado, coches, seguros de vida…
Esto, como decía, es curioso, y revelador, desde el punto de vista histórico, porque nos da una visión de Cervantes que, quizás, antes de este IV Centenario de su muerte, no estaba demasiado extendida.
En efecto, a Cervantes, al menos hasta este IV Centenario, se le ha considerado en muchas ocasiones como un símbolo de la dictadura franquista producido tras la victoria de 1939 que trató de hacer -perdón por la paráfrasis- españoles a españolazos, utilizando como garrote al Cid vestido con camisa azul de Falange, que decía el falangista Federico de Urrutia -impresionante “crossover”, como se dice ahora, de dos episodios distintos de la Historia de España- o al propio Cervantes.
Así es, el eximio académico de la Lengua española, Sr. Pérez-Reverte, citaba en uno de sus artículos dominicales -“Un colegio no sexista”, publicado el 29 de marzo de 2010 en “XLSemanal”- el caso, verídico según su honor -y yo le voy a dar crédito, sin que sirva de precedente-, de una discusión en una reunión de una Asociación de padres para poner nombre al colegio de sus respectivos hijos.
Al parecer, según el citado artículo, una de las integrantes de la Asociación inició la discusión diciendo que, si se ponía al colegio el nombre de un escritor español actual, eso sería sexista porque excluía a las mujeres, etc… De la discusión, surgieron muchas diatribas que, por supuesto, sirvieron al Sr. Pérez-Reverte para otro de sus habituales desfogues sobre el estado de ruina y decadencia permanente de España desde, por lo menos, el día en que en Atapuerca se descubrió la rueda o el fuego.
De todo ello salió, al final, la frase que más nos interesa aquí y ahora. Uno de los padres dijo que ponerle al colegio el nombre de Miguel de Cervantes estaba descartado porque, el académico citaba literalmente sus palabras, “Con Franco todos se llamaban así”…
Bien, parece constatado, pues, cómo la clase media española -la gente que, se supone, lee libros, periódicos, que incluso puede que vea documentales de la 2- consideraba a la figura de Cervantes seis años antes del IV Centenario.
Y no se les puede culpar, porque, efectivamente, es muy difícil negar que el régimen dictatorial del general Franco se apropió, como botín de guerra, de la figura y el patrimonio de Cervantes. Basta con darse una vuelta por los presuntos libros de texto vigentes para aquella peculiar escuela pública -y no pública- española que la Dictadura pastoreó durante varias décadas.
Sin embargo, como nos lo demuestra el anuncio del ejemplar de “Nuevo Mundo” de 15 de mayo de 1931 -insisto: un mes después de proclamada la II República española- Cervantes era Cervantes y nada tenía que ver con ningún régimen específicamente.
Ni con el que permitía usarlo de reclamo publicitario de analgésicos, ni con el que lo quiso convertir en camisa vieja de Falange y símbolo de una hispanidad un tanto excluyente y rancia.
Acaso este IV Centenario permita ir limpiando esa imagen negativa de Cervantes, devolviéndolo a su verdadero ser histórico. Por mi parte aporto este pequeño grano de arena, este anuncio de analgésicos alemanes que se servía de una frase de las obras de Cervantes como hoy otros se sirven de las hazañas futbolísticas de Cristiano Ronaldo.
Espero que sirva de ayuda, como supongo que servirán de ayuda otras iniciativas como la exposición de la Biblioteca Nacional, la de la biblioteca de la Diputación guipuzcoana Koldo Mitxelena, la placa conmemorativa inaugurada este viernes pasado en el cuartel de Loyola de San Sebastián recordando que Cervantes sirvió en el Tercio Viejo de Sicilia del cual se formó, siglos después, el regimiento hoy acuartelado en esas instalaciones, o la iniciativa televisiva de La Sexta con la campaña “Cervantes vive”…
Quizás incluso consigamos poner a Cervantes a la misma altura que a William Shakespeare que, con escasa diferencia de días, también murió hace cuatro siglos.
De hecho, la novela que empezó esa tarea, “Ladrones de tinta”, ya fue escrita y publicada en 2004.
Por tanto unos cuantos años de que alguien pensará, no sin razón, que Cervantes era sólo aquel escritor manco que, principalmente, servía para que el régimen franquista pusiera nombre a todos los colegios de España (a todos los que no se llamaban Ramiro de Maeztu, al menos).
Así las cosas, todo es posible. Leamos, preguntémonos cosas, averigüemos. Todo menos dejarnos llevar por pesadas inercias mentales que, justificadas o no, sólo han servido para desquiciar un episodio -otro más- de esa Historia que -se lo puedo asegurar tras 20 años de arduo trabajo en investigación histórica- no fue como la han querido contar quienes menos supieron de ella.