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Carlos Rilova

El correo de la historia

“mató a muchos hombres”. Cine histórico para el aniversario de la muerte de Jesse James

Por Carlos Rilova Jericó

detalle-de-la-caratula-de-forajidos-de-leyenda-1980Esta semana pasada se cumplió el aniversario de la muerte de Jesse James, ocurrida un 3 de abril del año 1882.

Jesse James, como saben bien quienes siguen esta página, es eso que algunos -haciendo uso de una palabra ya muy anticuada- llamarían un personaje conspicuo. Dicho de manera más sencilla: es una figura que se repite una y otra vez en nuestro imaginario histórico.

Quizás más de lo que correspondería a quien, en realidad, fue poco más que un salteador de caminos. Uno más de los muchos que han llenado los años y los siglos.

De las razones para que eso haya ocurrido, ya se ha hablado en otros correos de la Historia. Fue el Cine, en gran medida, el que lo ha convertido en alguien famoso incluso 136 años después de su muerte.

Llegados a este punto podríamos preguntarnos si realmente ese Cine llamado “histórico” reflejó correctamente la vida de Jesse James. En parte me ocupaba de eso en un artículo que publiqué este verano, pero la cuestión no tiene porque agotarse ahí. En el punto en el que se trataba de saber si esas películas estaban mitificando a Jesse James y sus adláteres, o bien estaban reflejando correctamente a aquella persona que había sido asesinada en el año 1882.

Así es. Si retomamos las películas de las que hablaba este verano -“Tierra de audaces”, “Sin ley ni esperanza”, “Forajidos de leyenda” y “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”- podemos hacernos muchas preguntas nuevas sobre ese bandido convertido en héroe popular. Por ejemplo, ¿de qué medio social salió realmente un hombre como aquel salteador de caminos asesinado en 1882?

Los especialistas en Historia del Cine dicen que, en realidad, ese tipo de Cine histórico refleja más la época en la que se hacen las películas que la que, se supone, están tratando de reconstruir.

Ese desfase es evidente en el Cine de las primeras décadas del siglo XX y, sobre todo, los años 50 de esa centuria.

En efecto, si tomamos, para el caso que nos ocupa, “Tierra de audaces”, que fue estrenada en el año 1939, el relato que encontramos en esa película se basa, ante todo, en lo que el público de aquella época podía aceptar.

Así, la vida previa de Jesse, antes de hacerse bandolero y héroe popular, no es demasiado truculenta. No hay en esa narración nada demasiado perturbador para un público que creía, sinceramente, que el pasado no podía ser demasiado distinto a su época. No al menos más allá de cambios en el vestuario y en alguna que otra graciosa costumbre (como mascar tabaco) que, por otra parte, adquiría el rango de rasgo entrañable de los viejos y buenos tiempos pasados.

El cambio en la narrativa sobre Jesse James se alteraría -como todo- a partir de los años sesenta del siglo XX. Ahí, una vez más, es cierto el axioma de que el Cine histórico, queda irremediablemente contaminado por la época que lo ha producido. Así lo veremos si examinamos con cuidado los contenidos de “Sin ley ni esperanza”.

Lo que cuenta de Jesse James esa película de principios de los años setenta -pasadas las conmociones del famoso Mayo del 68, que reclamaban una sociedad más auténtica, menos encorsetada y gazmoña- es mucho más crudo. Incluso provoca a un público que quiere ser tratado como adulto y desafiado a descubrir un pasado que puede remover conciencias y vísceras menos espirituales. De ese modo, el Jesse James de “Sin ley ni esperanza” aparece planeando su próximo asalto en una de esas letrinas exteriores a las casas, tan habituales en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

Un cuadro escatológico que dificilmente hubiera aceptado la sociedad norteamericana del año 1939, pero no así la de 1972. Curada de espanto tras Woodstock y otras convulsiones sociales como la Guerra de Vietnam y cambios radicales en usos y costumbres como los que -con un sardónico disgusto conservador- describía Tom Wolfe en sus artículos de prensa publicados en esa fecha y recopilados en diversos volúmenes como “La banda de la casa de la bomba”.

Sin embargo, “Sin ley ni esperanza” también incurría en ese dejarse arrastrar por su propia época. De ese modo, al margen de la veracidad con la que se describe la época de Jesse James (el Béisbol es todavía una rareza en el año 1876, la mecanización de la sociedad avanza lentamente, haciendo que convivan los caballos con las máquinas de vapor…) “Sin ley ni esperanza” incluía en el relato episodios propios de la Psicodelia tan de moda en los años setenta. Por ejemplo, con personajes como la curandera que revelaba a Cole Younger su futuro, que, evidentemente, más que con la Historia del siglo XIX norteamericano, tenían que ver con lo que le gustaba ver al público de la Era Hippie.

Las cosas cambian radicalmente en “Forajidos de leyenda”, estrenada 98 años después de la muerte de Jesse James. Esa película es, de todas las que se le han dedicado, quizás la que menos concesiones hace a la época en la que fue rodada.

Así es. En ella Jesse James, sus hermanos, los Younger…, son retratados como un subproducto de los estratos medios y bajos de la sociedad estadounidense de la segunda mitad del siglo XIX, que era, en realidad, un reflejo deformado de la sociedad europea de esa misma época. De ese modo “Forajidos de leyenda” muestra -sin ambages- la pobreza en la que vivían esas familias. En precarias casas donde disponer de ventanas con cristales era todo un lujo, en zonas marginales, con caminos de tierra batida para desplazarse hacia centros urbanos en los que las calles adoquinadas son, todavía, un proyecto a futuro.

Igualmente se ve en “Forajidos de leyenda” una manera de vivir enteramente anómala para el público de finales de los setenta: en el entierro del hermano de Jesse asesinado por cazarrecompensas, así como en la boda del famoso bandido, se junta una parentela extensa, muy superior a las reuniones de cuatro o cinco familias nucleares (padre-madre-hijos) habituales en aquella década. Lo que  hacen en esas ocasiones resulta también extraño para el público que iba al Cine en esa época. El cortejo del funeral está lleno de detalles (el más visible el recargado coche fúnebre de estilo victoriano) que nada tienen que ver con un entierro de los años 70. Lo mismo pasa con el baile durante la boda de Jesse: esas escenas a duras penas podrían recordar a la estética “Disco” de los setenta.

Otro tanto ocurre con la subcultura de burdel en la que están inmersos los James y los Younger. Esas costumbres, censurables incluso para una sociedad poco mojigata como la occidental de 1980, son mostradas sin ambages. Reflejando -con bastante crudeza- el verdadero medio social del que procedía Jesse James. Privándolo de toda aureola mítica.

Como reflexión final cabría preguntarse si, con el paso de un par de décadas, el Cine histórico sobre este personaje mejoró o empeoró. Para ello sería un interesante ejercicio volver a ver “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” y deducir hasta qué punto esa magnética película de 2007 refleja, mejor que “Forajidos de leyenda”, la sociedad norteamericana del siglo XIX. Si, por ejemplo, evitó caer en concesiones a nuestra época fin de siglo. Transida por la estética “grunge”, el cinismo y cierta desesperanza en un futuro mejor…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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