Tras cinco semanas de marcha ininterrumpida, ayer al alba llegué a Santiago de Compostela. Aun no había asomado el sol cuando me encontré a solas con la majestuosa y añorada catedral que hasta entonces solo había visto en fotografías. Fue un momento y una sensación de introspección difícil de describir.
Había llegado a mi destino que prefije al partir de mi hogar en Saint Palais. Pero durante la marcha decidí que iba a prolongar mi experiencia situando el final de este viaje más allá: en Finisterre. Ese cabo donde en época romana se creía que la tierra finalizaba (Finis terrae) cuando en su conquista de la antigua Gallaecia, los romanos contemplaron atónitos como el océano engullía al sol. Así, espero entre hoy y mañana llegar a este recóndito lugar del mundo.
Esa misma mañana tuve un encuentro con la gaitera gallega, pianista y compositora, Cristina Pato, (en la fotografía) con la que me identifico pues ha abordado, también, una reinterpretación de la música popular. Cristina, además, ha desarrollado gran parte de su carrera en EE.UU disfrutando de una activa carrera profesional dedicada a la música popular gallega, la música clásica y el jazz. Quizás, grabemos algo juntas… veremos.
Aunque hasta la fecha he afrontado el camino sola, con encuentros puntuales con peregrinos y vecinos de las localidades que he ido atravesando, me acompañarán en esta última etapa hasta Finisterre tres amigos músicos muy especiales: Patxi Garat, joven compositor e interprete musical de San Juan de Luz, Jonathan Pisa, artista de origen gitano y Jerome Levatois, con el grabaré mi próximo disco y habitual en nuestros conciertos.
Quedan pocas páginas por completar en la libreta en la que he ido anotando las sensaciones que he vivido en cada etapa pero, después de mi llegada a Finisterre, quedará todo un proceso de creación del nuevo disco apasionante donde, sé que todo lo vivido durante estos días tendrá una influencia vital. Pero eso será otra historia…