Siempre me ha llamado la atención esa escena tan recurrente, mayormente en películas americanas, en la que ella o él entran en casa volviendo del trabajo con cara de agotamiento y se encuentran a un montón de familiares y amigos que gritan: “¡SORPRESA!” y obsequian al aturdido protagonista con un fiestón impresionante e inesperado.
Esta historia es real como la vida misma y ha ocurrido aquí mismo, en Donosti, este sábado pasado y la feliz protagonista ha sido una querida amiga de este blog.
Ainhoa ha cumplido cuarenta espléndidos años de dulzura y belleza. Es una chica que tiene un “algo” que no pasa desapercibido a todos quienes se rozan de alguna manera con ella. Felizmente casada con Jon, con dos maravillosos hijos pequeños, extiende sus alas tanto para volar sin miedo como para proteger a quienes ama. Es una de esas mujeres “que se lo merecen todo”, así que su marido decidió darle la sorpresa de su vida y fue convocando a “todos aquellos que quieren a Ainhoa” a una celebración –que dijo sería discreta pero que resultó ser por todo lo alto- en el Café del Museo de San Telmo.
Y allí estábamos, más de sesenta personas, con puntualidad británica, a las nueve de la noche, escondidos “detrás del telón”, esperando el momento en el que la protagonista, engañada por cómplices felices, hiciera su entrada en el local creyendo que iban “a tomar algo”.
¡Qué cara puso cuando se vio saludada por un unánime y estentóreo vítor de recibimiento! ¡Qué saltos daba…! ¡Y cuando su hijo mayor salió disparado a abrazarla…!
¡Pobre Ainhoa que se pasó el resto de la noche llorando entre copa y copa!
Y allí, entre el gentío que la abrazaba, también estuvimos los del “Club a partir de los 50”…con nuestro cariño, nuestros regalos y las ganas de compartir con ella toda nuestra energía positiva.
La fiesta en sí estuvo cuidada y calculada al detalle: los mejores pintxos de autor, bebida seleccionada, tarta de cumpleaños y copas a gogó. Música y baile, un vídeo con la vida de Ainhoa y entrega de obsequios y el discurso que ella, emocionada, regaló a todos los asistentes mencionando al detalle lo que compartía con cada uno.
Pero lo más importante de todo fue el ambiente de cariño y ganas de agradar que envolvió a la protagonista de la noche… y el reconocimiento al guionista y director del evento, su marido Jon que, mucho me temo, con este gesto se ha ganado como mínimo…los próximos cinco años de amor.
Este post no puede quedarse sin reflexión a pesar de que lo que en él relato pueda parecer de alguna manera “superficial”, una especie de “ecos de sociedad” de ciudad pequeño-burguesa y de gente que aparentemente no carga con los problemas inherentes al momento crucial y crítico en que vive la sociedad.
Así que me quiero quedar con las mil y un formas que hay para demostrar el amor, con dinero y con menos dinero, con entrega y dedicación, con alegría e ilusión… porque “la fiesta de Ainhoa” puede resumirse en un ejemplo de cómo los sentimientos hay que expresarlos, compartirlos, hacerlos presentes…aunque sea una vez cada cuarenta años.
Zorionak, Ainhoa, amiga nuestra…
LaAlquimista
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Fotografías: Amanda Arruti