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Cecilia Casado

A partir de los 50

Crecimiento personal. “Escuchar para comprender, no para responder”

Sigo sorprendiéndome aun por ese empeño que tienen tantas personas en fabricar en su mente respuestas ágiles, inteligentes, aceradas o acertadas para lanzarlas como dardos en el transcurso de conversaciones con sus semejantes. Es algo así como que no importa lo que diga el otro porque lo que interesa es “saber responder” con tino y, si es posible, hacer diana, casi siempre en mitad del plexo solar del otro.

Me sorprende y siento pena de tanta instrucción por parte de pretendidos “expertos”, psicólogos y sociólogos sobre todo, que se empeñan en enseñar al personal a ser cáustico, mordaz, irónico incluso, asertivo a veces, soberbio casi siempre, en la comunicación verbal con sus semejantes. Algo así como prepararse para la batalla dialéctica que puede asaltarnos en cualquier esquina, tener siempre la respuesta a mano, respuesta contundente que marque diferencias, como decir: “yo sé callar la boca a cualquiera”.

Pareciera como si la autoestima debiera basarse en la soberbia en vez de en la humildad, en la arrogancia en vez de en la sencillez, en aplastar en lugar de construir juntos.

Tengo ejemplos a mano para dar y regalar, personas que pasaron su tiempo eligiendo cómo vestir sus palabras de acero para así aplastar al contrincante; gente que viste de mordacidad su discurso, de sarcasmo su verborrea, de ironía mal calculada el pensamiento.

¿Por qué lo hacen? ¿Qué ganan realmente? ¿Hay acaso tanta satisfacción en decirle al otro: “tú vales menos que yo porque yo lo he decidido así”?

 

Hubo un tiempo en que yo también respondía a las andanadas con otras de igual calibre; hubo un tiempo –lejano ya, afortunadamente para mí- en que “no permitía que me hablaran mal” ” y enseñaba las garras a la primera de cambio. Hubo un tiempo…que fue otro tiempo.

Ahora escucho para comprender, no para responder.

Escucho al otro e intento ponerme en sus zapatos aunque me aprieten durante un rato. Luego me los quito y sigo mi camino, qué duda cabe.

He aprendido a escuchar tanto que, cuando la comunicación es telefónica, siempre me dicen: “¿estás ahí?” y yo contesto: “por supuesto, te estoy escuchando”, tan acostumbrado está el personal a que, cuando expone una idea o cuenta una vivencia, se le interrumpa, se interfiera su discurso, se responda cuando no se pregunta nada; en definitiva, un diálogo de sordos.

Y de ese aprendizaje –arduo pero no imposible- he recibido no pocas satisfacciones. La primera y más importante que cuando comprendo el discurso de los demás –aunque sea desagradable para mí o con el que yo no estoy de acuerdo- puedo darme cuenta de cuáles son los motivos por los que me hablan de esa manera. A veces descubro rencor o inquina; otras puro desconocimiento. En ambos casos, comprendo.

Entonces ya no tengo necesidad de juzgar. Comprendo y sigo mi camino. Como debe ser.

En fin.

LaAlquimista

* Amanda Arruti. Oleo sobre madera

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2014
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