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Cecilia Casado

A partir de los 50

Paseando por Kioto. Japón (X)


Hace calor; brilla el sol desde por la mañana y los cerezos empiezan a animarse (los que no están ya mustios) por cierto, son cerezos sin fruto, un tipo de árbol estéril para que nos entendamos.
Como hay muchos templos y santuarios en esta ciudad tampoco es tan difícil elegir uno de los menos espectaculares, porque todo el mundo se concentra en el top ten y el Plan B supone estar con mucha menos gente. Un alivio.

Parece que era el día de shopping o cultura (léase Museo Nacional) pero el caso es que estaba cerrado porque parece que hay amenazas de atentados (agresiones contra la cultura) y no se fían de posibles activistas contra el sistema. (El suyo)

Así que a gastar money como mandan los cánones del buen turista porque no vas a volver a casa con las manos vacías, que para eso mi maleta pesaba solo 15 kilos al venir y le queda un montón de sitio libre.
Pero no valgo.
Me aturullo y comienzo a andar en círculos, soy un pato mareado en los centros comerciales.

Hace mucho sol y los turistas -aquí ya no hay viajeros-, desprendemos calor corporal como estufas bien cebadas.
Hago el tonto en un par tiendas vintage y me agencio un par de “haoris” a precio regalado. Ya he cumplido.

Me pillo un taxi. Le enseño al conductor la tarjeta del Hotel. Éste me hace una reverencia desde su asiento que casi choca la cabeza con el volante y tira millas. ¿Por qué se empeñan los taxistas en ir entre callejuelas en vez de por la avenida principal sea en Madrid, Guadalajara o Kioto? Es un misterio sin resolver.

Cuando yo ya estaba asustada porque no veía la torre de Kioto -mi punto de referencia-por ningún lado, hemos pasado por la puerta de mi Hotel a toda velocidad y me he puesto a gritar en el idioma internacional: -STOP…STOP…!Chirrido de frenazo y a la calle. Si no estoy atenta, todavía estamos dando vueltas…
Me tumbo en la cama para descansar un rato antes de ir a comer y me despierto al cabo de casi dos horas con esa sensación pecaminosa de haber hecho algo incorrecto.

Nada, no tiene importancia, porque aquí los restaurantes abren a las 5:00 de la tarde y es el momento ideal para recuperar fuerzas después de la siesta de pijama y orinal.

Un paseo hasta el Sky Garden de la estación central para ver la puesta del sol y luego disfrutar del artístico entramado arquitectónico de hierro, cristal y acero.
Una pianista me hace detenerme y descansar la mente.

La gente va y viene con prisa a los trenes, pero yo voy en dirección contraria procurando no chocar con ellos, pero con mucha tranquilidad. En el semáforo en rojo, me da tiempo a rezar un credo completo.

Luego me pierdo por el barrio y me tomo una cerveza y una brocheta de pollo en la barra de un bar.

Ya en el Hotel, un vasito de sake con un delicioso “mochi” de ciruelas. Y despedida y cierre.

Y felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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