Pensando pensando me he dado cuenta de que tengo dos tipos de amistades: aquellas a las que llamo y siempre están ocupadas y aquellas que me llaman y me alegran la vida.
Así, como suena. No sé por qué ha ocurrido eso en los últimos años, supongo que serán los efectos retardados de la pandemia que nos metió a todos “para adentro” y luego no hemos sido capaces de darle la vuelta.

Yo soy de mucho llamar; a mis amigas y amigos, digo. Y también soy de mucho comprender todas las circunstancias que les atañen y que les impiden compartir conmigo cumpleaños, cuchipandas, escapadas o lo que sea que hacen los amigos cuando se juntan.
Inciso: esto no es una queja sino una constatación de la pura realidad.
El caso es que –digo- de repente están cambiando las tornas y aparecen otras amistades que me buscan, me reclaman, se alegran cuando podemos compartir unas horas distendidas o profundas, mientras que “las de toda la vida” siguen su camino “empedrado” con sus cosas y sus afanes y es más difícil coincidir que pillar el arco iris cuando llueve y hace sol a la vez.

Tengo un amigo –al que quiero- que siempre está hecho polvo para quedar…y yo le comprendo y empatizo con él y le sigo llamando e intentando vernos con la excusa de que tengo un libro para él o he cocinado torrijas y le he apartado un tupper. Pues rien de rien.
Tengo otra amiga –a la que también quiero- que me llama con mucha frecuencia para contarme sus cuitas pero que YA no quiere quedar para hacer nada juntas: ni dar un paseo ni tomar un vinito. Otra que rien de rien.

Y digo yo; ¿me quiere alguien explicar cómo se mantiene una relación de amistad si todo son razones para justificar el hecho de no verse? Porque yo no valgo para “lo virtual” más allá del cachondeito y lo meramente superficial. La amistad es algo muy importante para mí, es otra forma de amor, y si no se cuida…todos sabemos cómo va a terminar.

Hay personas que dicen que no importa nada si se pasan meses sin ver a un amigo, que luego se retoma la relación como si se hubieran visto ayer mismo. Hay personas también que alegan que cada uno tiene su vida y su forma de entenderla. Y hay personas –como yo- que valoran la presencia, el abrazo, la sonrisa y el tiempo compartido.

Así que –lamentándolo mucho por lo perdido- estoy empezando a recolocar o replantearme mis prioridades, porque siempre he dicho que “yo voy donde me quieren”. Aviso a navegantes.
Porque doy fe de que se pueden hacer nuevas y buenas amistades a cualquier edad. Todo es cuestión de amplitud de miras…y de corazón.

Felices los felices.

LaAlquimista

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